Page 309 - Luna de Plutón
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—Oh, ¡muchos! ¿Recuerdas el lugar donde nos conocimos, Knaach?
—El circo, sí. ¿Puedes creer que casi lo había olvidado? Fue una parte grande de
mi vida.
—Pero querías salir de ahí, querías escapar.
—No puedo negarlo… Y aun así, parece raro que lo recuerde con nostalgia ¿no es
así? Pero fueron los amigos que dejé ahí en el circo, los que con más cariño recuerdo.
Tal vez ellos son toda la razón por añorarlo. Sin embargo, he aprendido una cosa.
—¿Qué?
—Que a ustedes los extrañaría aún mucho más, porque son los mejores amigos
que nunca he tenido. Al lado de ustedes dos, me han pasado las mejores cosas de mi
vida.
Hathor levantó la cabeza y observó a Knaach… Pensó que en buena parte, el
destino de todos era responsabilidad de Amén: él fue quien lo escribió. Knaach
hablaba de lo feliz que era en AQUEL momento, y muy en el fondo, sabía que él era
feliz de tener al león a su lado, un amigo que a su vez, le ganó otra amistad: Claudia,
perteneciente a una raza que jamás, nunca jamás, ni en sus sueños más salvajes, pensó
llegar a ver como amigos.
—¿Recuerdas cuando nos deshicimos de aquellos guardias dentro de la Herschel
Magnatino? Nunca dejé de sorprenderme cuando te dispararon con un láser y solo te
causó irritación en la piel.
—Es que soy una niña muy fuerte —se jactó Claudia— pero tú también dejaste a
uno fuera de combate.
—Oye, ¿y era Gargajo en verdad tan grande? ¿Qué pensaste cuando lo viste?
La chica se alisaba la falda, recordando con ojos soñadores.
—Estaba aterrorizada, porque no me esperé que fuera más grande que yo.
Imaginaba que era un monstruo horrendo, por lo que me dijiste sobre los habitantes
de Io y todo eso ¿recuerdas? Gargajo era horrendo y además enorme.
—¡Eh, mira!
—¿Qué pasa?
Claudia y Knaach se pusieron de pie.
—Creo que deberías mirar detrás de ti…
El chico giró la cabeza y poco faltó para que se diera un golpe contra DIO, la
esfera negra con monitores holográficos alrededor, que flotaba y giraba lentamente,
cerca suyo. El pequeño se puso de pie asustado.
—¿Qué hace aquí?
—Por dios, ¡yo ni la vi aparecer!