Page 304 - Luna de Plutón
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No tardaron en descubrir que aquella metrópolis era en realidad un sistema intrincado
de túneles y torres tan complejo, que difícilmente conseguirían orientarse si bajaban
entre los gigantescos rascacielos apilados unos tan cerca de otros para posarse en la
calle. Aún estaban por encima de las torres más altas y, sin embargo, el suelo se perdía
en la negrura. Inclusive los ogros se sentían como pequeños pájaros volando sobre
una ciudad.
Pero no hizo falta la orientación de Hathor, que se mantenía varios pasos por
delante de Panék, al frente de la fila, para que les indicara que el lugar al que tenían
que dirigirse era el más sobresaliente: la Torre Principal. Descendieron hasta un
delgado puente que conectaba uno de los edificios más altos con la edificación (había
réplicas idénticas a este edificio en cuatro puntos alrededor de la Torre Principal, y
todas conectaban a ella por puentes). Todos se sintieron aliviados al notar que sus pies
por fin sentían la solidez del metal. La delegación de los ogros, compuesta por su rey
y Rockengard, y la de los elfos, por Panék y Degauss, esperaron a que todos llegaran
hasta aquella magnífica y larga plataforma, antes de proseguir.
Dicho camino los condujo, desde luego, hasta la Torre Principal, pero el final del
camino estaba vedado por una pared de diamante perlado. Los líderes se vieron entre
sí, confundidos, hasta que Hathor pasó al frente y la estructura respondió a él. Una
línea azul nació desde dos puntos paralelos en la superficie del diamante, se elevaron
formando un arco y abrieron una gigantesca puerta. Fueron iluminados por una luz
blanca. El interior era brillante, hecho todo de cristal, con grandes escalones en espiral
en su alrededor, que conducían hasta lo alto de aquel lugar. Metallus se irguió y miró
hacia arriba.
—No alcanzo a ver la cima —murmuró Claudia—. Es increíble.
—Eso quiere decir que nos espera una larga escalinata —contestó Panék.
Pisis estaba asomada al borde, viendo, asustada, el abismo con sus poderosos ojos
élficos, que no alcanzaban a ver ningún fondo, sino miles de escalones anudados
perdiéndose en lo profundo.
No tardaron en darse cuenta de que, después de todo, la Torre Principal no era
solo escalones: habían tres puertas por cada piso, arcos cuyos bordes brillaban cada
vez que Hathor pasaba cerca de ellos.
Knaach se mantenía a su lado, viendo a su alrededor.
—¿Qué hay dentro de esos cuartos?
—No lo sé —musitó el chico— pero creo que nos enteraremos cuando subamos
hasta el final.
—Y eso nos tomará tal vez tres días, como mínimo.