Page 302 - Luna de Plutón
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lugar sólido, parecía un abismo disfrazado convenientemente para hacer caer en una

  trampa al más incauto. Así que decidieron activar la escalera mecánica, que se posó
  con perfección sobre el suelo.

       Uno de ellos, portando su enorme y característica armadura dorada, descendió a

  través de esta y, con mucho cuidado, colocó un pie en el piso oscuro. Alrededor de su

  bota se encendieron unas letras que parecían ser holográficas, de color azul y amarillo,
  y que, poco a poco, desaparecieron.

       El ogro levantó la cabeza, conmovido.

       —Me ha dicho que el suelo es seguro.

       —¿Quién te lo ha dicho?
       —Me… Me lo ha susurrado una voz, en mi cabeza.

       Giró la cabeza para ver a los otros ogros y, encogiéndose de hombros, colocó el

  otro  pie  sobre  el  suelo  y  se  produjo  el  mismo  efecto.  Hecho  esto,  los  demás
  empezaron  a  bajar  las  escaleras,  animados.  De  la  misma  nave  no  tardaron  en

  descender  pobladores  de  Hamíl,  quienes  intentaban  entender  las  escrituras  que

  aparecían cada vez que daban un paso al frente. Algunos, con libretas en las manos,
  intentaban  dibujarlas.  Sin  embargo,  cada  vez  que  daban  un  paso  al  frente,  se

  iluminaban  símbolos  distintos.  Pisis  y  Tepemkau  bajaron  las  escaleras  corriendo.

  Cinco escalones antes del último, decidieron saltar hacia delante, riendo.

       Pero  cuál  fue  la  sorpresa  de  ambos  que  quedaron  suspendidos  en  el  aire,
  atrayendo  la  atención  de  todo  el  mundo.  La  chica  se  puso  de  pie,  temblando,  y

  sacudiéndose el traje, viendo hacia abajo. Descubrieron que los chicos no flotaban,

  sino que habían caído sobre un suelo suspendido, por el que aparecían jeroglíficos

  iguales, a medida que daban pasos.
       Un ogro los cargó como gatos y los bajó hasta su propio nivel. Otro elfo joven del

  pueblo, viendo aquello, empezó a mover las piernas como si estuviera subiendo por

  unas escaleras y, tal como si esta existiera debajo de sus sandalias, empezó a ascender
  hasta llegar a un punto en que a él mismo le produjo vértigo.

       Todos, desde  abajo,  veían  los  jeroglíficos brillantes  aparecer  y  desaparecer  bajo

  sus pies. Los tripulantes de La Anubis no tardaron en descender de su nave.

       —Este lugar es impresionante… ¿Cómo es posible?
       Un oficial de seguridad de la Tungstenio comenzó a correr con todas sus fuerzas,

  se arrojó hacia delante y, tal como si hubiese caído de panza sobre una tabla de surf,

  dejó toda una línea de escrituras brillantes tras de sí.

       —Este lugar lee tu mente.
       Panék  descendía,  tras  él  venían  Knaach  y  Hathor.  Degauss  estaba  abajo  ya,
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