Page 301 - Luna de Plutón
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—Sí, Shah.

       Dicho  esto,  Degauss  giró  su  silla  para  ver  la  palanca  que  sobresalía  del  tablero
  holográfico de Panék, y observó que esta se operaba a sí misma, como por obra de un

  fantasma.

       —Es increíble.

       —¿Los censores no detectan nada?
       —No, Shah. La nave se está dejando llevar.

       —¡Miren todos a la pantalla!

       La  Anubis  y  la  Tungstenio  estaban  alineadas  una  tras  la  otra,  como  si  ambas

  fueran controladas por un mismo motor. Ya habían surcado parte de la circunferencia
  de la luna. Al ras del horizonte, una compuerta inmensa se abría dentro de la tierra,

  como si Caronte fuese la cabeza de una marioneta, y abriese su boca. Las naves se

  desplazaron dentro.
       —Estamos descendiendo, puedo sentirlo.

       —Yo también puedo sentirlo. Creo que estamos en un túnel.

       —¿Las computadoras indican algo?
       —Nada, Shah.

       —Eh, miren, la Tungstenio ha encendido un faro de luz.

       La nave de los ogros hizo brillar un gigantesco faro que se situaba en el centro del

  estómago del disco, y que se movía como un ojo curioso, alumbrando los muros lisos
  de las que estaban rodeados, de color plateado reluciente, como si la naturaleza las

  hubiese creado hacía solo unos minutos y llenado de jeroglíficos extraños.

       Degauss se colocó al lado de Panék, viendo sorprendido a la pantalla.

       —¿Es lo que yo creo que es, Panék?
       —Sí. Es definitivamente de Osiris.

       El  faro  de  luz  de  la  Tungstenio  seguía  alumbrando  a  un  lado  y  a  otro,

  descubriendo que el túnel se hacía cada vez más ancho, como si fuese una Torre de
  Babel invertida, con anillos más amplios alrededor. Cada vez que bajaban a un área

  más  espaciosa,  una  serie  de  escrituras  antiguas  que  rodeaba  el  siguiente  nivel  se

  iluminaba automáticamente. Eran azules y brillantes.

       —Hemos descendido alrededor de 50 kilómetros… Y continuamos.
       Finalmente, atravesaron el último boquete del túnel y llegaron a un lugar vasto,

  iluminado tenuemente por una luz color plomo que parecía venir de una gran linterna

  que no veían. La Tungstenio se colocó hombro a hombro con La Anubis y, ambas, al

  mismo tiempo, se posaron sobre un suelo negro. Los ogros fueron los primeros en
  abrir su compuerta y asomarse afuera. Todos desconfiaban del suelo, pues más que un
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