Page 307 - Luna de Plutón
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hasta un pasadizo en forma de arco.
—¿Estamos ya en la cima de la torre?
La armadura de Metallus brilló con varios destellos, al reflejarse sobre esta la luz
de los relámpagos que chocaban contra los bordes del abismo oscuro que se extendía
bajo el puente. Los rayos lamían largamente las paredes, que estaban llenas de placas
de metal.
—Estamos en la cima de la torre —confirmó Hathor.
—¿Puedes escuchar a la gente que dejamos abajo, Hathor? —preguntó el león,
viendo hacia abajo, por el borde.
El chico meneó la cabeza, asomando la cabeza también.
Anduvieron a lo largo del puente, caminando uno tras otro, sin escuchar más
sonido que el de sus propios pasos, y el de los relámpagos furiosos bajo ellos. La
compuerta al final no necesitó de la presencia de Hathor para abrirse ante Panék.
Entraron a una gigantesca sala circular, a oscuras.
Por la densidad del aire, Degauss adivinó que el lugar era muy amplio.
—Hay algo inmenso allá adelante —dijo Knaach, en voz alta—. Puedo verlo.
—¿Qué es?
De la nada, una tras otra, se encendieron una hilera de luces brillantes, alrededor
de algo que parecía la colosal figura de un animal. Sus afiladas alas brillaron, como si
la luz fuera el material del que estaban construidas.
No tenía solo un par de alas, sino dos más largas por cada lado, colocadas sobre
las otras, transparentes y brillantes, como un serafín. Su cuerpo era un manto de luz
tal que llenó todo el domo. Y su cabeza era enorme, hermosa y noble, con
delimitaciones tajantes que representaban sus ojos. Frente a Hathor se levantaba un
pedestal con algo escrito, que todos pudieron leer: el Pegaso.
—Es… Una nave espacial de combate —musitó Panék.
Había transcurrido quizá una hora o dos, pero los elfos y los ogros aprendían
rápidamente de la Torre Principal y, como los ascensores alrededor de esta sobraban,
consiguieron, luego de que Degauss bajó para darles instrucciones a todos, llegar
hasta el domo a través de distintas ubicaciones.
—¿La han medido ya?