Page 322 - Luna de Plutón
P. 322

—¡Blanco  directo  contra  la  Parca  Imperial,  Shah!  ¡Los  torpedos  penetraron  su

  escudo y también su fuselaje!
       —Están  dando  media  vuelta,  pero  también  se  preparan  a  disparar  sus  torpedos

  para quitarnos tiempo.

       Todos pegaron las espaldas a los respaldos de las sillas al sentir que el Pegaso, de

  un tirón, empezó moverse con tal agilidad que parecía un guepardo en el espacio. Se
  hizo  alargada  y,  subiendo  verticalmente,  describió  un  arco  y  desapareció  detrás  de

  Caronte, para volver a aparecer en pocos segundos por debajo, perdiendo de vista los

  torpedos.

       Un ogro tenía la espalda pegada al respaldo de su silla y las manos aferradas a sus
  apoyabrazos, con los ojos abiertos como platos.

       —¡Shah, la Parca Imperial acaba de desaparecer!

       —Han vuelto a abrir su agujero de gusano —aseveró Rockengard.
       —Den la orden de seguirla —ordenó Panék—. No quiero perderla.

       En poco tiempo, el Pegaso entró en un anillo de luz brillante y se sumergió en un

  tormentoso túnel gris que se extendía. Un elfo movía la cabeza de arriba hacia abajo,
  leyendo con atención los datos que emergían de su computadora.

       —Shah, hay un problema —anunció un elfo, gélidamente—. La Parca Imperial…

       —¿Qué pasa con ella?

       —¡Se está dirigiendo hacia Titán!
       Panék se puso de pie, viendo fijamente hacia la pantalla.

       El  Pegaso  salió  del  hoyo  de  gusano,  y,  millas  adelante,  se  encontró  a  la  Parca

  Imperial, de espaldas a ella, colocándose muy cerca de la atmósfera de la gran luna

  naranja, para luego girar bruscamente, y darle cara.
       —¡Están sacando sus bombas nova!

       Desde  varios  lugares  del  colosal  monstruo  empezaban  a  emerger  pequeñas

  semillas,  de  uno  y  otro  lado,  expulsadas  al  espacio,  una  tras  otra,  y  otra,  y  otra,
  formando al cabo de pocos segundos un inmenso polígono octágono alrededor de la

  nave, y luego un nonánogo, y después un decánogo, y así sucesivamente.

       —Vamos, dispárame ahora —gruñó Hallyfax, conteniendo la risa—. Dispárame si

  tienes valor, elfo hijo de puta. Dispárame…
       —¡Alto el fuego! —rugió Panék—. ¡No disparen!

       —Se  ha  rodeado  por  completo  de  bombas  nova  —dijo  Rockengard—.  Es

  impresionante.

       —Ya las hemos sacado todas, menos las dos últimas —gimió un plutoniano, con
  sus brazos temblando, viendo aterrorizado el holograma de la nave.
   317   318   319   320   321   322   323   324   325   326   327