Page 29 - La teoría del todo
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situado en la superficie de la estrella en colapso enviara una señal cada segundo,
según su reloj, a una nave espacial que órbita en torno a la estrella. En algún instante
en su reloj, digamos las once en punto, la estrella se contraería por debajo del radio
crítico en el que el campo gravitatorio se hiciera tan intenso que las señales ya no
llegarían a la nave espacial.
Sus compañeros, que observan desde la nave espacial, encontrarían que los
intervalos entre señales sucesivas procedentes del astronauta se hacen cada vez
mayores a medida que se acercan las once en punto. Sin embargo, el efecto sería muy
pequeño antes de las 10:59:59. Solo tendrían que esperar poco más de un segundo
entre la señal 10:59:58 del astronauta y la que envió cuando su reloj marcaba
10:59:59, pero tendrían que esperar indefinidamente para la señal de las once en
punto. Las ondas luminosas emitidas desde la superficie de la estrella entre las
10:59:59 y las once en punto, por el reloj del astronauta, se distribuirían sobre un
período de tiempo infinito, visto desde la nave espacial.
El intervalo de tiempo entre la llegada de ondas sucesivas a la nave espacial se
haría cada vez mayor, y con ello la luz procedente de la estrella parecería cada vez
más roja y más débil. Finalmente, la estrella se haría tan oscura que ya no podría
verse desde la nave espacial. Todo lo que quedaría sería un agujero negro en el
espacio. No obstante, la estrella seguiría ejerciendo la misma fuerza gravitatoria sobre
la nave espacial. La razón es que la estrella continúa siendo visible para la nave
espacial, al menos en teoría. Sucede simplemente que la luz procedente de la
superficie está tan desplazada hacia el rojo por el campo gravitatorio de la estrella
que no puede verse. Sin embargo, el desplazamiento hacia el rojo no afecta al campo
gravitatorio de la propia estrella. Por eso, la nave espacial seguirá orbitando en torno
al agujero negro.
El trabajo que hicimos Roger Penrose y yo entre 1965 y 1970 demostraba que,
según la relatividad general, debe de haber una singularidad de densidad infinita
dentro del agujero negro. Resulta muy parecido al big bang en el comienzo del
tiempo, salvo que ahora habría un final del tiempo para el cuerpo que colapsa y el
astronauta. En la singularidad, las leyes de la ciencia y nuestra capacidad de predecir
el futuro dejarían de ser válidas. Sin embargo, cualquier observador que permaneciera
fuera del agujero negro no se vería afectado por este fallo de la predecibilidad, porque
ni la luz ni ninguna otra señal puede llegarle de la singularidad.
Este hecho notable llevó a Roger Penrose a proponer la hipótesis de censura
cósmica, que podría parafrasearse como «Dios aborrece una singularidad desnuda».
En otras palabras, las singularidades producidas por el colapso gravitatorio solo se
dan en lugares como agujeros negros, donde están decentemente ocultas a la vista
exterior por un horizonte de sucesos. Esto es lo que se conoce como la hipótesis de
censura cósmica débil: protege a los observadores que permanecen fuera del agujero
negro de las consecuencias de la ruptura de predecibilidad que ocurre en la
singularidad. Pero desprotege al desafortunado astronauta que cae en el agujero. ¿No
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