Page 217 - Cementerio de animales
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ponen a las cosas cambia, pero eso es todo. Lo que se intenta una vez ya se intentó
antes…, y antes…, y antes.
Se miró las manos cubiertas de manchas amarillentas. En la sala, el reloj dio
suavemente las doce y media.
—Ahora me digo que un hombre de tu profesión tiene que estar acostumbrado a
mirar los síntomas y deducir cuál es la enfermedad que hay tras ellos…, y decidí
hablarte claro cuando Mortonson, el de la funeraria, me dijo que encargaste para la
tumba recubrimiento de placas en lugar de bóveda sellada.
Louis se quedó mirando a Jud sin decir nada. Jud enrojeció pero no desvió la
mirada.
Al cabo, Louis dijo:
—Al parecer, estuviste fisgando, Jud. Eso me duele.
—No creas que le pregunté qué habías comprado.
—Tal vez no directamente.
Pero Jud no contestó, y aunque se había sonrojado más aún —ahora tenía la cara
casi color ciruela—, no bajó los ojos.
Finalmente, Louis suspiró. Se sentía indescriptiblemente cansado.
—Oh, a la mierda, y qué más da. Puede que tengas razón. Tal vez estaba en mi
ánimo. Si así era, no me di cuenta. No pensaba en lo que estaba encargando; sólo
pensaba en Gage.
—Ya sé que pensabas en Gage. Pero conocías la diferencia. Tu tío tenía una
funeraria.
Sí; Louis conocía la diferencia. Una bóveda sellada era una pieza de construcción
hecha para que durase mucho, mucho tiempo. Se echaba hormigón en un molde
rectangular, reforzado con varillas de hierro y, una vez terminada la ceremonia del
entierro, una grúa hacía descender una tapa de hormigón levemente curvada. La tapa
se sellaba con una sustancia parecida al material que se usa para reparar los baches de
las carreteras. El tío Carl había dicho a Louis que aquel sellador —marca registrada
Ever Lock— se agarraba de tal modo, con el peso, que no había quien lo despegara.
El tío Carl, que gozaba como el primero contando historias (por lo menos, cuando
estaba entre colegas, y Louis, que trabajó con él durante varios veranos, podía ser
considerado como una especie de aprendiz de enterrador), relató a su sobrino una
exhumación que tuvo que hacer por orden de la oficina del fiscal del condado de
Cook. El tío Carl se trasladó a Groveland para dirigir personalmente la operación.
Estas cosas podían ser bastante complicadas. La gente, cuando se hablaba de
desenterrar a alguien, solía pensar en las películas de terror, con Boris Karloff en el
papel del doctor Frankenstein y Dwight Frye en el de Igor, y se equivocaba. Abrir
una bóveda sellada no era trabajo para dos hombres, a no ser que pudieran dedicar a
ello seis semanas. Aquella exhumación parecía ir bien… al principio. Se abrió la
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