Page 218 - Cementerio de animales
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tumba y la grúa asió la parte superior de la bóveda. Pero la tapa no se abrió, tal como
todos esperaban, sino que empezó a subir toda la cámara. Las paredes laterales
estaban ya un poco húmedas y descoloridas. El tío Carl gritó al operario que
manejaba la grúa que diera marcha atrás. Él traería de la funeraria algo que ablandara
el pegamento.
Pero el operario, o no le oyó, o decidió seguir adelante por su cuenta y riego,
como un niño que jugara con una grúa de juguete a pescar regalos en una feria. El tío
Carl dijo que aquel idiota estuvo a punto de no contarlo. Cuando ya asomaban de
tierra las tres cuartas partes de la bóveda —el tío Carl y su ayudante oían gotear el
agua de la base al fondo de la tumba (aquélla fue una semana muy lluviosa en la zona
de Chicago)—, la grúa basculó e hincó el brazo en la tumba. El operario chocó contra
el parabrisas y se rompió la nariz. Los festejos de aquel día costaron al condado de
Cook unos tres mil dólares: dos mil más que el coste medio de estas alegres
actividades. El tío Carl le relató el incidente a raíz de la elección del operario de la
grúa para el cargo de presidente de la asociación local de conductores de carretas,
acaecida seis años después.
Las cubiertas de placas eran más sencillas. Consistían en una simple cubeta de
hormigón abierta por arriba, que se introducía en la tumba la mañana del entierro.
Después de la ceremonia, se depositaba el féretro en su interior. Luego, los
sepultureros colocaban la tapa que solía estar dividida en dos piezas. Estas piezas se
bajaban verticalmente, una a cada extremo de la tumba, hasta que descansaban como
extraños soportes de libros. En el extremo de cada pieza había una anilla de hierro
por la que los sepultureros pasaban una cadena y hacían descender las piezas
lentamente para cerrar la cubeta. Cada pieza pesaría unos treinta o treinta y cinco
kilos…, cuarenta, a lo sumo. Y no se utilizaba sellador.
Era relativamente fácil para un hombre solo levantar aquellas placas; eso era lo
que Jud quería decir.
Era relativamente fácil para un hombre desenterrar el cuerpo de su hijo para
enterrarlo en otro lugar.
«Ssssh… ssssh. De estas cosas no se habla. Son secretos.»
—Sí, por supuesto que conozco la diferencia entre una bóveda sellada y una
cubierta de placas —dijo Louis—. Pero yo no pensaba… Yo no pensaba lo que tú
piensas que pensaba.
—Louis…
—Es tarde —dijo Louis—. Es tarde, estoy borracho y me ahoga la pena. Si te
parece que tienes que contarme eso, pues cuéntamelo y acabemos.
«Debí empezar con martinis —pensó—. Así hubiera estado roque cuando él
llamó a la puerta.»
—De acuerdo, Louis. Y gracias.
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