Page 223 - Cementerio de animales
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algo más. Por el fondo de sus ojos pasaba algo, algo que a veces veías y a veces, no.
           Algo en el fondo de sus ojos, Louis. Pero no creo que pueda llamarlo pensamiento.
           No sé cómo llamarlo.

               »Había cierta malicia, eso por un lado. Como cuando dijo a Mrs. Stratton que
           quería  celebrar  una  fiestecita.  Allí  dentro  había  algo,  pero  no  creo  que  fuera
           pensamiento,  y  no  creo  que  tuviera  mucho,  quizá  nada,  que  ver  con  Timmy

           Baterman. Era más bien como… una señal de radio que le llegara de otro sitio. Al
           mirarle, pensabas: «Como me toque, grito.» Eso.
               »Arriba  y  abajo,  arriba  y  abajo  de  la  carretera;  así  estaba  siempre.  Un  día,  al

           volver  del  trabajo…  sería  hacia  el  treinta  de  julio…  encontré  aquí  a  George
           Anderson, el cartero, sentado en mi porche de atrás, bebiendo té helado con Hannibal
           Benson,  que  entonces  era  el  secretario  municipal,  y  Alan  Purinton,  el  jefe  de

           bomberos. Norma también estaba, pero ella no decía ni una palabra.
               »George no hacía más que frotarse el muñón de la pierna derecha, la que perdió

           trabajando  para  el  ferrocarril,  que  con  el  calor  y  la  humedad  le  daba  muchas
           molestias. Pero aquí estaba, aunque le doliera.
               »«Esto  ya  pasa  de  la  raya  —me  dice  George—.  La  encargada  del  reparto  no
           quiere acercarse por Pedersen, pero hay más. Lo peor es que ahora hay jaleo con el

           gobierno, y eso puede traer cola.»
               »«¿Jaleo? —pregunté yo—. ¿Qué jaleo?»

               »«Dice  Hannibal  que  le  han  llamado  del  Departamento  de  Guerra.  Era  un  tal
           teniente Kinsman que se dedica a investigar denuncias y separar lo que son simples
           inocentadas  de  los  delitos.  Cuatro  o  cinco  personas  han  escrito  anónimos  al
           Departamento de Guerra y el tal teniente Kinsman empieza a estar escamado. Si no

           fuera más que una carta, no le hubieran hecho caso. Si fueran varias cartas escritas
           por una misma persona, hubieran avisado a la policía del estado de que podía haber

           un  psicópata  que  odiara  a  la  familia  Baterman  de  Ludlow.  Pero  las  cartas  estaban
           escritas  por  personas  diferentes.  Dijo  que  eso  se  veía  por  la  letra,  aunque  no
           estuvieran firmadas, y todas decían lo mismo: que si Timmy Baterman está muerto
           nadie lo diría al verle pasear por la carretera de Pedersen a cara descubierta.»

               »«Como esto continúe, el tal Kinsman nos va a enviar a alguien o se nos va a
           presentar aquí en persona —concluyó Hannibal—. Esa gente quiere saber si Timmy

           está  muerto,  o  ha  desertado,  o  qué  ha  pasado,  porque  no  les  hace  ninguna  gracia
           pensar que sus archivos estén hechos un lío. Y también querrán saber quién estaba en
           el ataúd de Timmy Baterman, si no era Timmy Baterman.»

               »Ya ves qué fregado, Louis. Estuvimos allí sentados más de una hora, tomando té
           helado y hablando del caso. Norma preguntó si queríamos bocadillos, pero le dijimos
           que no. Y es que lo de Timmy Baterman nos tenía a mal traer. Era como encontrar a

           una mujer con tres tetas… que sabes que no puede ser, pero, ¿qué puede hacer uno?




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