Page 226 - Cementerio de animales
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corrompiéndose. Vi que Alan Purinton se tapaba la nariz con la mano. El olor era
espantoso. Casi esperaba uno verle andar los gusanos entre el pelo…
—Calla —dijo Louis con voz ronca—. Ya he oído suficiente.
—No —dijo Jud—; todavía no. —Hablaba con voz grave y cansada—. Todavía
no. No puedo explicarte el horror. Nadie que no estuviera allí podría hacerse una idea
de lo que era. Estaba muerto, Louis. Pero, al mismo tiempo, vivía. Y… y… sabía
muchas cosas.
—¿Muchas cosas? —Louis inclinó el cuerpo hacia adelante.
—Aja. Se quedó mirando a Alan durante mucho rato, como si sonriera…, bueno,
por lo menos enseñando los dientes…, y en una voz muy baja que apenas te llegaba,
como si tuviera tierra en las cuerdas vocales, dijo: «Purinton, tu mujer se acuesta con
el dueño de la tienda donde trabaja. ¿Qué te parece? Y da gritos de gusto. ¿Qué dices
a esto?»
»Alan dio un respingo. Se veía que aquello le había herido de verdad. Ahora está
en un asilo de Gardner, o estaba… Debe de andar cerca de los noventa. Entonces
tenía alrededor de cuarenta, y la gente murmuraba de su segunda mujer. Era una
prima lejana que había venido a vivir con Alan y su primera mujer poco antes de la
guerra. Luego, Lucy murió, y al año y medio Alan se casó con la chica. Laurine, se
llamaba. Cuando se casaron no tendría arriba de veinticuatro años. Pero había dado
que hablar. Los hombres decían que era una muchacha un poco libre y
despreocupada. Pero las mujeres decían que era una golfa. Y quizá el propio Alan
hubiera tenido sus dudas, pero entonces gritó: «¡Cállate! ¡Cállate o te parto la boca,
seas lo que seas!»
»«Sssh, Timmy —dice Bill, con peor aspecto que nunca, como si estuviera a
punto de vomitar, o desmayarse, o las dos cosas—. Sssh, Timmy.»
»Pero Timmy no le hizo caso. Entonces mira a George Anderson y le dice: «Ese
nieto del que estás tan orgulloso, sólo espera que te mueras, viejo. Lo único que
quiere es el dinero, el dinero que él cree que guardas en la caja del Banco de Bangor.
Por eso está tan cariñoso contigo. Pero a espaldas tuyas se burla de ti, lo mismo que
su hermana. Viejo patapalo, así te llaman» —dijo Timmy, y, Louis, entonces le
cambió la voz. Se hizo burlona y sonaba como si el que hablase fuera el nieto de
George.
»«Viejo patapalo —dijo Timmy—, y cómo rabiarán y se cagarán en ti cuando
descubran que eres más pobre que las ratas, porque lo perdiste todo en 1938. ¡Cómo
se cagarán, George!»
»Entonces George dio un paso atrás y se le dobló la pierna y se cayó de espaldas
en el porche de Bill, tirándole la jarra de cerveza, y estaba tan blanco como tu
camiseta, Louis.
»Bill lo levantó como buenamente pudo, mientras gritaba a su hijo: «¡Basta,
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