Page 225 - Cementerio de animales
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Pleasantview», le pregunta Alan Purinton.
»«Maldito si lo sé —dice Billy—. Y maldito si me importa.» Va a sacar un
cigarrillo y se le caen todos al suelo y, al recogerlos, rompe dos.
««Probablemente, tendrá que haber una exhumación —dice Hannibal—. Eso tú
ya lo sabes, ¿no? Me han llamado del Departamento de Guerra, Bill. Quieren saber si
con el nombre de Timmy enterraron a otro.»
»«Bueno, ¿y eso qué me importa a mí? —dice Bill en voz alta—. Eso no me
interesa. Yo tengo a mi hijo. Timmy volvió a casa el otro día. Había perdido la
memoria por una explosión y está un poco raro, pero se pondrá bien.»
»«Basta de pamplinas, Billy —le digo. De repente, me puse furioso con él—.
Cuando desentierren ese ataúd, lo encontrarán vacío, a no ser que cuando sacaste al
chico te tomaras la molestia de llenarlo de piedras, y no lo creo. Ya sé lo que ha
pasado, y aquí Hannibal, y George, y Alan lo saben, y tú lo sabes. Has estado
trajinando por esos bosques, Bill, y has causado muchos problemas, tanto para ti
como para esta ciudad.»
»«Ya sabéis dónde está la puerta, chicos —dice él—. No tengo por qué daros
explicaciones ni justificarme ante vosotros. Cuando recibí aquel telegrama fue como
si se me fuera la vida. La sentí que se me iba del cuerpo como cuando uno se orina
piernas abajo. Bueno, ahora ya tengo otra vez a mi chico. Ellos no debieron
quitármelo. Un muchacho de diecisiete años. Era lo único que me quedaba, y lo que
hice fue perfectamente legal. Conque, a la mierda el ejército, a la mierda el
Departamento de Guerra, y a la mierda Estados Unidos de América. Y a la mierda
vosotros, chicos. Ahora ha vuelto y se pondrá bien. Es todo lo que tengo que decir. Ya
podéis iros por donde habéis venido.»
»Y la boca le hacía tic-tic-tic y tenía la frente empapada en sudor. Entonces me di
cuenta de que se había vuelto loco. A mí también me hubiera vuelto loco el vivir
con… con aquello.
Louis estaba mareado. Demasiada cerveza en tan poco tiempo. Pronto tendría que
echarla. El peso que sentía en el estómago le decía que no tardaría mucho.
—Bueno, no podíamos hacer nada más. Cuando nos íbamos, Hannibal dijo: «Bill,
que Dios te ayude.»
»Y Bill contestó: «Dios nunca me ha ayudado. Yo me he ayudado a mí mismo.»
»Fue entonces cuando Timmy se acercó a nosotros. Hasta andaba mal, Louis.
Andaba como un viejo. Levantaba un pie, lo bajaba y luego lo arrastraba un poco,
entonces levantaba el otro. Era como ver andar a un cangrejo. Y llevaba los brazos
colgando. Cuando se acercó, vimos que tenía unas marcas rojas que le cruzaban la
cara en diagonal como granos o quemaduras. Seguramente, las señales de la
ametralladora alemana. Casi debió de volarle la cabeza.
»Y olía a tumba. Era un olor a podrido, como si todo lo que tenía dentro estuviera
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