Page 254 - Cementerio de animales
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               El  día  siguiente  amaneció  encapotado  y  bochornoso,  y  Louis  sudaba
           copiosamente después de entregar las maletas y retirar los pasajes de Ellie y Rachel

           de  la  computadora.  El  tener  algo  que  hacer  era  un  alivio,  y  sólo  sintió  una  sorda
           congoja al pensar en la última vez que embarcó a su familia en un avión para Chicago
           en vísperas del día de Acción de Gracias, el primer y último vuelo de Gage.

               Ellie parecía distante y rara. Durante aquella mañana, Louis había sorprendido
           varias veces una peculiar expresión de especulación en el rostro de su hija.

               «Complejo de conspirador despertando recelos gratuitos», se reprendió.
               Ellie no hizo comentario cuando le dijeron que todos se iban a Chicago, ella y
           mamá delante, quizá para todo el verano, y siguió tomando su desayuno (cereal al
           cacao). Después, subió a su habitación a ponerse el vestido y los zapatos que Rachel

           le había preparado. Había llevado consigo al aeropuerto la fotografía de Gage y ella
           en el trineo, y estaba muy quieta en uno de los sillones de armazón de plástico del

           vestíbulo inferior mientras Louis guardaba cola para retirar los pasajes y el altavoz
           anunciaba con estridencia llegadas y salidas.
               Los  Goldman  llegaron  cuarenta  minutos  antes  de  la  hora  de  salida.  Irwin
           Goldman, muy atildado (y aparentemente fresco) con americana de lana casimir, a

           pesar de las temperaturas de veintitantos grados, se acercó al mostrador de Avis para
           devolver el coche, mientras Dory Goldman se sentaba junto a Rachel y Ellie.




                                                            * * *


               Louis e Irwin Goldman se reunieron con las mujeres casi al mismo tiempo. Louis

           temió  que  su  suegro  escenificara  la  segunda  parte  del  melodrama  "hijo  mío,  hijo
           mío"; pero no fue así. Goldman se limitó a tenderle una mano fláccida murmurando
           un  «hola»  bastante  apagado.  La  rápida  mirada  de  confusión  que  lanzó  a  su  yerno

           confirmó la sospecha con la que Louis había despertado aquella mañana, a saber: que,
           la víspera, el hombre debía de estar borracho.
               Subieron  en  la  escalera  mecánica  al  vestíbulo  de  embarque  y  se  sentaron  sin

           hablar apenas. Dory Goldman manoseaba nerviosamente una novela de Erica Jong,
           pero  sin  abrirla  y  de  vez  en  cuando  miraba  con  aire  de  preocupación  la  foto  que
           sostenía Ellie.

               Louis preguntó a su hija si le acompañaba al quiosco a comprar algo que leer en
           el avión.

               Ellie  había  vuelto  a  mirarle  inquisitivamente.  A  Louis  no  le  gustaba  aquella
           mirada. Le ponía nervioso.




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