Page 255 - Cementerio de animales
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—¿Te portarás bien en casa de los abuelos? —le preguntó mientras cruzaban el
vestíbulo.
—Sí. Papi, ¿me descubrirá el inspector? Dice Andy Pasioca que a los que no van
a la escuela los busca la policía.
—No te preocupes por el inspector. Yo hablaré con la escuela y en otoño podrás
volver sin ningún problema.
—Ojalá me encuentre bien en otoño —dijo Ellie—. Tengo que empezar el primer
grado. Hasta ahora sólo he ido al parvulario. No sé qué hacen los chicos en primer
grado. Deberes, seguramente.
—Ya verás cómo estás bien.
—Papi, ¿aún estás mosqueado con el abuelo?
Él la miró con la boca abierta.
—¿Qué te hace pensar que yo estoy…, que el abuelo no me es simpático?
Ella se encogió de hombros, como si el tema no tuviera un interés especial.
—Cuando hablas de él, pareces mosqueado.
—Ellie, eso es una ordinariez.
—Perdón.
La niña le lanzó otra de sus miradas enigmáticas y se acercó a las estanterías de
libros infantiles. Mercer Meyer, y Maurice Sendak, y Richard Scarry, y Beatriz
Potter, y el sempiterno Doctor Seuss. «¿Cómo se dan cuenta los niños? ¿O es que lo
intuyen? ¿Cuánto sabe Ellie? ¿Cómo le afecta? Ellie, ¿qué hay detrás de esa carita
descolorida? Mosqueado con él… ¡Dios!»
—¿Me compras estos dos, papi? —Le enseñaba un «Doctor Seuss» y otro libro
que Louis no había visto desde su propia infancia: la historia del negrito Sambo y
cómo los tigres se hicieron un buen día con sus ropas.
«Cielos, y yo que creía que ese libro estaba considerado pernicioso», pensó Louis,
perplejo.
—Sí, hija —dijo Louis y se quedaron aguardando turno en la caja—. Tu abuelo y
yo nos llevamos muy bien —dijo, acordándose del cuento que le contó su madre, de
que cuando una mujer quería realmente un niño, lo «encontraba». Se acordó de las
necias promesas que se había hecho a sí mismo de no mentir nunca a sus hijos. Desde
hacía unos días, llevaba camino de convertirse en un buen embustero, pero ahora no
quería pensar en eso.
—Oh —dijo Ellie tan sólo.
Aquel silencio le inquietaba. Por decir algo, preguntó:
—¿Crees que vas a pasarlo bien en Chicago?
—No.
—¿No? Y eso, ¿por qué?
Ellie le miró con aquella expresión de zozobra.
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