Page 260 - Cementerio de animales
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y rellenaría la fosa. Volvería a Ludlow, sacaría el cuerpo de Gage del maletero y…
daría un paseo. Eso, daría un paseo.
Si Gage regresaba, cabían dos posibilidades: una, Gage seguía siendo Gage, quizá
atontado, torpe, incluso retrasado (sólo en lo más recóndito de su mente Louis se
permitía esperar que Gage volviera perfecto, tal como era; pero incluso eso era
posible, ¿no?), pero su hijo a pesar de todo, el hijo de Rachel, el hermano de Ellie.
La otra posibilidad: que de los bosques surgiera una especie de monstruo. Había
aceptado ya tantas cosas que no le chocaba la idea de los monstruos, demonios y
espíritus malignos del otro mundo que se apoderaban de un cuerpo resucitado que
había sido abandonado por su alma primitiva.
En cualquier caso, él y su hijo estarían solos. Y él…
«Haré un diagnóstico.»
Sí. Eso haría.
«Haré un diagnóstico, no sólo de su cuerpo, sino también de su espíritu. Tendré
que descontar el efecto del accidente en sí, que él quizá recuerde. A la vista del
ejemplo de Church, estoy dispuesto a esperar una cierta subnormalidad, quizá leve o
quizá profunda. Según lo que observe durante un período de veinticuatro a setenta y
dos horas, juzgaré la posibilidad de reintegración de Gage en la familia. Y si la
deficiencia es muy grande —o si vuelve como al parecer volvió Timmy Baterman,
convertido en un engendro del mal— lo mataré.»
Entonces descubrió que había llegado aún más lejos en su planteamiento de una y
otra posibilidad.
Como médico, se consideraba capaz de matar a Gage, si Gage era sólo el
envoltorio de otro ser. No se dejaría disuadir por súplicas ni artimañas. Lo mataría
como se mata a una rata que lleva la peste bubónica. Y sin caer en el melodrama. Un
comprimido diluido, o dos, o tres. O una inyección, si fuera necesario. En el maletín
tenía morfina. A la noche siguiente, volvería a llevar el cuerpo sin vida a
Pleasantview y lo enterraría de nuevo, confiando en que la suerte le acompañara la
segunda vez («aunque no sabes si te acompañará la primera», se recordó). Desde
luego, sería más fácil, y también más seguro, enterrar a Gage en Pet Sematary la
segunda vez; pero no quería llevar allí a Gage. Por muchas razones. Cualquier niño,
al ir a enterrar a su mascota dentro de cinco, diez o veinte años, podía tropezar con
los restos. Ésta era una razón; pero la más importante era más simple: Pet Sematary
estaba… demasiado cerca.
Una vez hubiera vuelto a enterrar a Gage, tomaría el avión y se reuniría con su
familia en Chicago. Ni Rachel ni Ellie tendrían por qué enterarse de su frustrado
experimento.
Luego, sintiendo el hilo de la otra posibilidad —la que ansiaba con toda su alma
poder realizar—, una vez terminado el período de observación, él y Gage
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