Page 261 - Cementerio de animales
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abandonarían la casa. Se irían de noche. Él llevaría consigo ciertos papeles, y nunca
más volvería a Ludlow. Él y Gage se alojarían en un motel, tal vez el mismo en el que
ahora estaba.
A la mañana siguiente, él retiraría los fondos de todas las cuentas y los convertiría
en cheques de viaje de American Express («no salgas de casa sin ellos con tu hijo
resucitado», pensó ahogando la risa) y dinero en efectivo. Él y Gage tomarían un
avión para cualquier sitio: probablemente, Florida. Desde allí llamaría a Rachel para
decirle dónde estaba y pedirle que se reuniera con él llevando a Ellie, pero sin decir a
sus padres adonde iba. Louis creía poder persuadirla. «No hagas preguntas, Rachel.
Pero ven. Ven ahora mismo. No esperes ni un minuto.»
Le daría las señas. Seguramente, un motel. Rachel y Ellie llegarían en un coche
de alquiler. Él les abriría la puerta y tendría a Gage cogido de la mano. Tal vez Gage
llevara un bañador.
Y después…
Ah, no se atrevía a ir más allá. Era preferible volver a repasar el plan desde el
principio. Suponía que tendrían que construirse nuevas identidades, para que Irwin
Goldman no pudiera localizarlos utilizando su exuberante talonario. Estas cosas
podían arreglarse.
Recordaba vagamente que, el día en que llegó a la casa de Ludlow, nervioso,
cansado y bastante preocupado, de buena gana se hubiera marchado a Orlando para
trabajar de socorrista en Disney World. Quizá no fuera tan descabellada la idea,
después de todo.
Se vio vestido de blanco reanimando a una mujer embarazada que había cometido
la imprudencia de subir a las montañas rusas y se había desmayado. «Apártense, por
favor. Apártense. Dejen que circule el aire», decía él, y la mujer abría los ojos y le
sonreía con agradecimiento.
Mientras su imaginación tejía esta halagüeña fantasía, Louis se quedó dormido. Él
dormía cuando su hija, en un avión que sobrevolaba las cataratas del Niágara,
despertó de una pesadilla en la que todo eran manos retorcidas y ojos estúpidos y
crueles; él dormía mientras Rachel, angustiada, trataba de calmarla; él dormía
mientras la azafata corría por el pasillo para averiguar qué ocurría; él dormía mientras
Ellie gritaba una y otra vez: «¡Es Gage! ¡Mami, es Gage! ¡Es Gage! ¡Gage está vivo!
¡Gage tiene un cuchillo del maletín de papá! ¡Que no me toque! ¡Que no toque a
papá!». Él dormía cuando su hija, ya más calmada, se apretaba contra el pecho de su
madre, tiritando, con los ojos muy abiertos y secos y Dory Goldman pensaba qué
espantoso ha sido esto para Eileen, y cómo me recuerda a Rachel después de la
muerte de Zelda.
Louis se despertó a las cinco y cuarto, cuando empezaba a palidecer la luz de la
tarde.
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