Page 251 - Cementerio de animales
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—Rachel, ¿aún estás despierta?
—Sí.
—Quiero preguntarte una cosa.
—Venga.
Louis titubeó. No quería causarle aún más dolor, pero necesitaba saberlo.
—¿Recuerdas el susto que nos dio cuando tenía nueve meses? —preguntó al fin.
—Sí, lo recuerdo. ¿Por qué?
Cuando Gage tenía nueve meses, Louis se sentía profundamente preocupado por
la medida craneal de su hijo, que se apartaba de la escala de Berterier, en la que se
indican los límites normales de desarrollo de la cabeza del niño, mes por mes. A los
cuatro meses, el cráneo de Gage empezó a acercarse al límite superior de la curva y lo
rebasó. No tenía dificultad en mantener la cabeza erguida —ello hubiera sido un
síntoma fatal—, pero, a pesar de todo, Louis lo llevó a George Tardiff, que estaba
considerado el mejor neurólogo de todo el Medio Oeste. Rachel quiso saber qué
ocurría y Louis le dijo la verdad: temía que Gage pudiera ser hidrocéfalo. Rachel se
puso muy pálida, pero conservó la calma.
—A mí me parece completamente normal —dijo.
—Y a mí también —asintió Louis—. Pero no quiero cerrar los ojos, nena.
—No; no debes. No debemos.
Tardiff midió el cráneo de Gage y frunció el entrecejo. Tardiff acercó dos dedos a
la cara de Gage. Gage volvió la cara. Tardiff sonrió. Louis respiró un poco más
desahogadamente. Tardiff dio a Gage una pelota. Gage la sostuvo un momento y la
dejó caer. Tardiff recuperó la pelota y la hizo botar observando los ojos de Gage. Los
ojos de Gage seguían la pelota.
—Yo diría que existe un cincuenta por ciento de probabilidades de que el niño sea
hidrocéfalo —dijo después Tardiff a Louis en su despacho—. O quizá las
probabilidades sean ligeramente mayores. Pero, de todos modos, sería muy leve.
Parece muy despierto. Y, actualmente, con la cirugía derivativa, puede resolverse
fácilmente el problema, si hay problema.
—Una derivativa es cirugía craneal —dijo Louis.
—Cirugía menor.
Louis había estudiado el proceso cuando empezó a preocuparle el tamaño de la
cabeza de Gage, y aquella operación, que tenía por objeto drenar el exceso de fluido
del cráneo del paciente, no le parecía tan menor. Pero mantuvo la boca cerrada,
mientras se decía que aún gracias que existía tal operación.
—Por supuesto —prosiguió Tardiff—, existe la posibilidad de que vuestro hijo
tenga, simplemente, una cabeza muy grande para un crío de nueve meses. Creo que lo
mejor será empezar por hacer una exploración. ¿No te parece?
Louis se mostró de acuerdo.
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