Page 101 - El cazador de sueños
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a los dos hombres de la puerta, pero no a la manera de un grupo de animales huyendo
de un incendio. Tampoco olía a humo. Los animales se trasladaban al este,
despoblando la zona.
—¡Dios mío! —dijo Jonesy con voz grave, sobrecogido. Beaver miraba el cielo.
Al oír las palabras de su amigo, dedicó a los animales una sucinta ojeada y volvió a
levantar la cabeza.
—Sí. Ahora mira arriba.
Jonesy le hizo caso y vio una docena de luces deslumbrantes moviéndose por el
cielo, algunas rojas y otras de un blanco azulado. Iluminaban las nubes, y de repente
Jonesy comprendió que eran lo que había visto McCarthy cuando estaba perdido. Se
movían de manera errática y esquivándose, aunque a veces se fundían en un breve
estallido de luz que obligaba a entrecerrar los ojos.
—¿Qué son? —preguntó Jonesy.
—Ni idea —dijo Beaver sin dejar de observarlas. Estaba tan blanco que se le veía
el pelo de la barba con una nitidez casi inquietante—. Pero a los animales no les
gusta. Es de lo que huyen.
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