Page 181 - El cazador de sueños
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de origen extraterrestre? —preguntó un periodista, que por la voz parecía joven.
—ET, teléfono, mi casa —dijo Kurtz, echándose a reír.
Entre los demás enviados también cundió la risa, y aparte de Roberta, que lo veía
por la tele en su piso de Wesl Derry Acres, no parecía que se hubiera dado nadie
cuenta de que no era ninguna respuesta.
—¿Puede confirmar que no hay cuarentena en la zona de Jefferson Tract? —
preguntó otro reportero.
—De momento no estoy en situación de confirmarlo ni de desmentirlo —dijo
Kurtz—. Estamos investigando el tema muy en serio. Que sepan los espectadores que
hoy sus impuestos se están usando a fondo.
Dicho lo cual, el hombre del mono se marchó hacia un helicóptero con letras
blancas y grandes en un lateral («ANG»), cuyas hélices giraban lentamente.
Según el presentador de las noticias, la entrevista se había grabado a las 9.45 de la
mañana. Las siguientes imágenes (que se movían mucho porque estaban filmadas con
una videocámara de mano) estaban rodadas desde una avioneta Cessna que
sobrevolaba Jefferson Tract por encargo del informativo de Channel Nine. Se notaba
que hacía viento, y nevaba en abundancia, pero no tenlo como para que no se vieran
los dos helicópteros que habían rodeado al Cessna, como libélulas marrones gigantes.
A continuación se oía un comunicado por radio, pero tan mal que Roberta tuvo que
leer los subtítulos amarillos que aparecieron en la base de la pantalla: «En esta zona
está prohibido el paso. Se les ordena volver al punto de despegue. Repetimos: en Esta
zona está prohibido el paso. Vuelvan.»
Se veían claramente las siglas de los helicópteros: ANG. Quizá uno de los dos
fuera el que había llevado a Kurtz hacia el norte.
Piloto del Cessna: «¿Quién está al frente de la operación?»
Radio: «Vuelva, Cessna, o se le obligará a hacerlo.»
El Cessna había vuelto. El presentador informó de que de todos modos tenía poco
combustible, como si con eso lo explicara lodo. Desde entonces sólo emitían refritos,
calificándolos de actualizaciones. Por lo visto las grandes cadenas habían enviado
corresponsales.
Justo cuando Roberta se levantaba para apagar la tele, porque empezaba a ponerse
nerviosa, gritó Duddits. Primero a Roberta se le paró el corazón, y después le latió al
doble de velocidad. Hizo un giro tan brusco que chocó con la mesa y volcó la laza de
café, empapando la revista de la programación y sumiendo al reparto de Los Soprano
en un charco marrón.
El grito dio paso a un lloriqueo de niño, agudo e histérico. Era lo peculiar de
Duddits: ya era treintañero, pero se moriría siendo un niño, y mucho antes de cumplir
los cuarenta.
Al principio su madre no podía dar un paso. Cuando lo consiguió, pensó que ojalá
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