Page 231 - El cazador de sueños
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           A  medio  camino  de  la  tienda  de  Gosselin,  cuando  el  Kiowa  de  Kurtz,  pequeño  y
           veloz, se hubo reducido como máximo a un punto, los ojos de Owen se fijaron en la

           mano derecha de Tony Edwards, ceñida a un cuerno de la palanca de mando en forma
           de i griega del Chinook. La uña del pulgar tenía en la base una línea curva y finísima
           de color entre rojizo y dorado. Owen se miró las dos manos y se las examinó con la

           misma escrupulosidad que la señora Jankowski en la clase de higiene personal, en la
           época remota en que tenían como vecinos a los Rapeloew. De momento no se veía

           nada, pero Tony tenía su marca, y Owen supuso que la suya tampoco tardaría.
               Dada la filiación baptista de la familia Underhill, Owen era buen conocedor de la
           historia de Caín y Abel. «La sangre de tu hermano clama a mí desde el suelo», había
           dicho Dios; y había expulsado a Caín al país de Nod, al este del Edén. Sin embargo,

           antes de dejar errante a Caín, Dios le había puesto una señal para que le reconocieran
           por lo que era hasta los habitantes de Nod. Ahora que había visto aquel hilo rojizo en

           la uña del pulgar de Eddie, y que buscaba otro igual en sus propias manos y muñecas,
           Owen creyó adivinar de qué color había sido la señal de Caín.






















































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