Page 259 - El cazador de sueños
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           Pasados, calculaba, unos tres cuartos de hora, se detuvo y miró el rastro del Arctic
           Cat con cara de tonto. La luz del día, ahora, era un simple rescoldo, pero bastaba para

           ver  que  el  rastro  (lo  que  de  él  quedaba)  torcía  repentinamente  a  la  derecha  y  se
           internaba en el bosque.
               ¡Coño! ¿Cómo que en el bosque? ¿Para qué se había metido Jonesy en el bosque

           (y  Pete,  si  estaban  juntos)?  ¿Qué  sentido  tenía,  si  con  Deep  Cut  Road  no  había
           pérdida, si era un camino blanco entre unos árboles cada vez más oscuros?

               —Deep Cut va hacia el noroeste —dijo, con las puntas de los esquíes tocándose y
           las salchichas mal envueltas asomando por el bolsillo de la chaqueta—. La carretera
           que  se  acaba  en  lo  de  Gosselin,  la  asfaltada,  no  puede  estar  a  más  de  cinco
           kilómetros. Jonesy ya lo sabe. Pete también. En cambio, la motonieve… va hacia…

           —Sostuvo en alto los brazos como manecillas de reloj, calculando—. La motonieve
           va casi directa hacia el norte. ¿Por qué?

               Quizá  supiera  la  razón.  Hacia  Gosselin  el  cielo  estaba  más  claro,  como  si
           hubieran instalado baterías de luces. Se oía un ruido de helicópteros de intensidad
           variable, pero que siempre tendía hacia aquella dirección. Al acercarse, le pareció oír
           más  maquinaria  pesada:  vehículos  de  carga,  y  quizá  generadores.  Al  este  persistía

           alguna ráfaga esporádica de ametralladora, pero se notaba que lo gordo estaba en la
           dirección que seguía él.

               —Han montado un campamento en lo de Gosselin —dijo Henry—. Y Jonesy no
           quiere tener nada que ver.
               Tuvo la sensación de haber dado en el clavo, aunque… ¿no había quedado en que
           ya no existía ningún Jonesy? Sólo la nube rojinegra.

               —No, mentira —dijo—. Jonesy aún existe. Jonesy está en el hospital con el señor
           Gray. La nube es eso: el señor Gray. —Y luego, sin venir a cuento (al menos que

           supiera)—  :  ¿Qué  adegla?  ¿Adegla  tatilla?  —Elevó  su  mirada  hacia  la  cortina  de
           nieve (de momento era mucho menos gruesa que la nevada de antes, pero empezaba a
           espesarse), como si tuviera fe en que arriba había un Dios que le escrutaba con la

           curiosidad, pero también con la frialdad, de un científico observando las evoluciones
           de un paramecio—. ¿De qué coño hablo? ¿Me puedes dar alguna pista?
               En lugar de respuesta, un recuerdo suelto. En marzo pasado, él, Pete, Beaver y

           Carla, la mujer de Jonesy, habían compartido un secreto. Carla era de la opinión de
           que  Jonesy  no  tenía  por  qué  enterarse  de  que  se  le  hubiera  parado  dos  veces  el
           corazón, una justo después de llegar la ambulancia al lugar del accidente y otra poco

           después de ingresar en el hospital. Jonesy ya sabía que le había faltado poco para
           decir adiós al mundo cruel, pero no hasta aquel punto (al menos que supiera Henry).
           Por otro lado, si Jonesy había vivido alguna experiencia de verse bañado en luz, a lo



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