Page 263 - El cazador de sueños
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consideraba una suerte haberse dejado en el Scout tanto la Garand de Jonesy como su
Winchester. Armado, quizá a esas alturas ya tuviera una docena o más de agujeros en
el cuerpo.
—Me parece que no lo tengo —dijo con voz ronca—. No sé qué les preocupa,
pero me parece que no…
—¡EN PIE!
Volvía a ser la voz de Dios, saliendo del camión. Los hombres de delante de
Henry obstaculizaban cierta cantidad de luz, permitiéndole ver que al pie de la colina,
donde se juntaban las dos carreteras, había más efectivos. Aparte del encargado del
megáfono, iban todos armados.
—No sé si voy a poder lev…
—¡EN PIE AHORA MISMO! —ordenó Dios.
Uno de los hombres que estaban cerca de Henry le hizo un gesto significativo con
el cañón de la escopeta.
Henry consiguió levantarse, aunque le temblaban las piernas y le dolía mucho el
tobillo que se había torcido. De momento, sin embargo, todo cumplía su función.
Aquí acaba el viaje de Henry, pensó, y se echó a reír. Los hombres de delante se
miraron con desasosiego y, si bien volvían a apuntarle, para Henry fue un consuelo
comprobar que tenían emociones humanas.
Bajo el intenso resplandor de los focos instalados en la plataforma del camión,
Henry vio algo tirado en la nieve. Se le había caído del bolsillo durante la caída. Poco
a poco, consciente del riesgo de que le pegaran un tiro, se agachó.
—¡NO TOQUE NADA! —exclamó Dios por Su altavoz, que estaba sobre la
cabina del camión.
Los hombres de abajo también levantaron las armas, y en cada boca de cañón
había un poco de hola, amiga oscuridad.
—Jódete y baila —dijo Henry (de lo más logrado de Beav), recogiendo el
paquete. Después se lo enseñó sonriendo a los hombres armados y enmascarados de
delante—. Vengo en son de paz para toda la humanidad —dijo—. ¿A alguien le
apetece una salchicha?
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