Page 260 - El cazador de sueños
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Kübler-Ross, se la había guardado o se la habían borrado de la memoria las diversas
dosis de anestesia y los calmantes a discreción.
Llegó del sur un ruido tremendo que aumentó a velocidad aterradora. Henry se
agachó y se tapó las orejas, mientras pasaba por encima lo que, a juzgar por el sonido,
debía de ser todo un escuadrón de cazas. No vio nada, pero al alejarse el fragor de los
aviones, tan deprisa como había llegado, se incorporó con el corazón a cien. ¡Caray!
¡Uf! Se le ocurrió que debía de ser el mismo ruido que se había escuchado en las
bases aéreas de alrededor de Irak durante los días previos a la operación Tormenta del
Desierto.
¿Quería decir que Estados Unidos acababa de entrar en guerra con seres de otro
mundo? ¿Que Henry vivía en una novela de Robert Heinlein? Experimentó una
palpitación muy intensa que le presionaba la boca del estómago. En ese caso, quizá el
enemigo, a la hora de devolverle el golpe al Tío Sam, contara con algo más que
algunos centenares de Scuds soviéticos hechos polvo.
No te comas el coco, que no depende de ti. Aquí lo que interesa es decidir el paso
siguiente. ¿Qué piensas hacer?
El rugido de los cazas ya se había diluido en un murmullo, pero supuso que
volverían, y quizá con amigos.
Sin embargo, la opción de seguir el rastro de la motonieve se descartaba sola.
Oscurecería del todo dentro de media hora, lo que tardaría en perder la pista, aparte
de que la borraría la nueva nevada. Acabaría yendo sin rumbo por el bosque, tan
desorientado como en ese momento debía de estarlo el propio Jonesy, según todas las
probabilidades.
Suspirando, se apartó del rastro de la motonieve y siguió por la carretera.
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