Page 281 - El cazador de sueños
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Mientras tanto, miran la película. Y cuando el chucho (con sus dientes afilados y
su olor a éter y anticongelante), repta reptando, se le pone a Jonesy en el regazo, éste
apenas se da cuenta.
Jonesy I, el Jonesy del cobertizo (o mejor dicho el señor Gray), busca. Hay
muchos cerebros con los que conectar; están por doquier, como transmisiones
radiofónicas de madrugada, y le cuesta muy poco encontrar uno que contenga la
información que le interesa. Es como abrir un archivo en el ordenador personal y no
encontrar palabras, sino una película en tres dimensiones y con una resolución
fabulosa.
La fuente de información del señor Gray es Emil Brodsky, de Menlo Park, Nueva
Jersey, sargentillo de la fuerza aérea a cargo de la división motorizada, aunque ahora,
como integrante del equipo táctico de Kurtz, no tenga rango. Ni él ni nadie. A sus
superiores les llama «jefe», y a los que están por debajo (que en esta merienda de
negros son más bien pocos), «tú». Para los casos en que no sepa quién es quién, basta
con un simple «colega».
Sobrevuelan la zona unos cuantos cazas, pero no demasiados (si consiguen que se
despejen las nubes podrán hacer todas las fotos que necesiten por satélite), ni es cosa
de Brodsky. Los cazas salen de la base aérea de Bangor, y él está en Jefferson Tract.
Se encarga de los helicópteros y los camiones, que cada vez son más. (Desde
mediodía están cerradas todas las carreteras de aquella parte del estado, y el único
tráfico es de camiones verdes con el distintivo tapado.) También dirige la operación
de instalar como mínimo cuatro generadores, a fin de suministrar electricidad a los
barracones que proliferan alrededor del colmado de Gosselin. Se necesitan, entre
otras cosas, sensores de movimiento, focos, luces perimetrales y el quirófano
improvisado que está siendo montado a toda prisa en una caravana WindStar.
Kurtz ha dejado clara la importancia de las luces: quiere que esté todo iluminado
a tope las veinticuatro horas. La mayor concentración de focos se sitúa alrededor del
cobertizo, así como detrás, donde había un corral para caballos y un cercado. En el
prado donde solían pasarse la vida pastando las cuarenta vacas lecheras del carcamal
de Reggie Gosselin, se han instalado dos tiendas, la mayor de las cuales lleva algo
escrito en el techo verde: ECONOMATO. La otra tienda es blanca y sin letras.
Dentro, a diferencia de la grande, no hay estufas de queroseno, ni falta que hace.
Jonesy comprende que es el depósito provisional de cadáveres. De momento sólo
contiene tres muertos (uno de ellos el tonto de un banquero que ha querido
escaparse), pero pronto habrá muchos más. A menos que algún accidente vuelva
difícil o imposible la recogida de cadáveres. Para Kurtz, el jefe, dicho accidente sería
la solución de muchos problemas.
Son detalles al margen. El interés de Jonesy I se centra en Emil Brodsky, de
Menlo Park.
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