Page 285 - El cazador de sueños
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           No sé quién ha hecho esta película, piensa Jonesy, pero para mí que no hace falta que
           se planchen el esmoquin para los óscars. De hecho…

               Mira en derredor y sólo ve árboles nevados. Vuelve a mirar hacia adelante y sólo
           encuentra  Deep  Cut  Road,  y  la  vibración  de  la  motonieve  entre  sus  muslos.  El
           hospital, el señor Gray, no existen. Ha sido un sueño.

               Falso. Y habitación la hay, aunque no sea de hospital ni contenga cama, tele y
           bolsa de suero. Lo cierto es que no contiene casi nada aparte de un tablón con dos

           cosas  enganchadas  con  chinchetas:  un  mapa  del  norte  de  Nueva  Inglaterra  con
           algunas  rutas  de  transporte  marcadas  (las  de  los  hermanos  Tracker)  y  una  foto
           Polaroid de una adolescente con la falda levantada, enseñando la pelambrera rubia.
           Jonesy ve Deep Cut Road por la ventana. Está casi seguro de que es la que había en la

           habitación de hospital. Pero la habitación de hospital no le servía. Ha tenido que salir,
           porque…

               La habitación de hospital no era segura, piensa Jonesy. ¿Segura? ¿Lo es aquella?
           ¿Lo es algún lugar? Y sin embargo… es posible que esta lo sea más. Es su último
           refugio,  y  lo  ha  adornado  con  la  foto  que,  a  su  entender,  esperaban  ver  todos  al
           meterse  por  el  camino  de  entrada,  allá  en  1978.  Tina  Jean  Sloppinger,  o  como  se

           llamase.
               Piensa: una parte de lo que he visto era real; recuerdos válidos recuperados, que

           diría  Henry.  Es  cierto  que  aquel  día  me  pareció  ver  a  Duddits.  Por  eso  bajé  a  la
           calzada sin mirar. En cuanto al señor Gray… ahora soy yo, ¿verdad? Excepto la parte
           de mí que está en esta habitación polvorienta, vacía y sin ningún interés, con el suelo
           lleno de condones usados y la foto de la chica en el tablón, todo yo soy el señor Gray.

           ¿Verdad?
               No hay respuesta. De hecho es la única que necesita.

               Pero ¿cómo ha pasado? ¿Cómo he venido? Y ¿por qué? ¿Para qué?
               Sigue sin recibir respuestas, ni las tiene él de su cosecha para las preguntas que
           acaba de formular. Sólo se alegra de disponer de un lugar donde poder seguir siendo

           él mismo, y le consterna la facilidad con que le han secuestrado el resto de su vida.
           De  nuevo,  con  una  sinceridad  amarga  y  sin  límites,  se  arrepiente  de  no  haberle
           pegado un tiro a McCarthy.

















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