Page 289 - El cazador de sueños
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—Levántate —dijo el señor Gray, que se había girado en el sillín para mirar a
           Pete.
               —No puedo —dijo este—. Tío, que ya no puedo más. Me… Pete volvió a chillar

           y a retorcerse en el suelo, dando patadas y sacudiendo las manos (una quemada y la
           otra destrozada). «¡Para —dijo Jonesy a pleno pulmón—, que le vas a matar!» El
           señor Gray se quedó donde estaba sin hacerle el menor caso, observando a Pete con

           una  paciencia  mortífera  e  impasible.  El  byrus,  mientras  tanto,  se  volvía  tirante  y
           estrujaba la carne de Pete. Después de un rato, Jonesy notó que el señor Gray aflojaba
           la presión, y Pete, atolondrado, se levantó. Tenía un corte nuevo en la mejilla, y ya se

           le  había  infestado  de  byrus.  Sus  ojos,  de  mirada  aturdida  y  exhausta,  estaban
           anegados en lágrimas. Volvió a subirse a la motonieve, y una vez más deslizó ambas
           manos por la cintura de Jonesy.

               «Cógete a mi chaqueta —susurró este. Cuando el señor Gray se giró y volvió a
           poner el vehículo en marcha, Jonesy notó que Pete se le ceñía—. ¿Vale?»

               «Vale»,  contestó  Pete,  pero  con  pocas  fuerzas.  Esta  vez  el  señor  Gray  no  les
           prestó  atención.  La  luz  flotante,  que  había  perdido  brillo  pero  no  velocidad,
           reemprendió el camino hacia el norte… o en una dirección que Jonesy supuso que era
           el norte. Después de un rato sorteando árboles, matas espesas y rocas, perdió del todo

           el sentido de la orientación. Detrás de ellos se oía una sucesión de disparos que no
           decaía ni un solo momento. Alguien, al parecer, se estaba despachando a gusto con la

           caza, sin encontrar resistencia.














































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