Page 293 - El cazador de sueños
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faros. En gran cantidad. Un convoy de camiones por la autopista. Supuso que no
había ningún otro vehículo. Aquella parte de Maine había pasado a manos del
ejército.
«Y todos te buscan, cabrón», escupió al volver a ponerse en marcha la motonieve.
La nieve volvió a tupirse, cortando la visión momentánea de los camiones, pero
Jonesy ya sabía que el señor Gray no tendría la menor dificultad en encontrar la
autopista. Pete le había guiado hasta una parte de la zona en cuarentena que, supuso
Jonesy, se tenía por poco conflictiva. Para el resto del camino contaba con Jonesy,
porque era diferente. Para empezar, se había librado del byrus. Al byrus, por alguna
razón, no le gustaba.
«De aquí no sale», dijo Jonesy.
«Sí —dijo el señor Gray—. Siempre morimos, y siempre vivimos. Siempre
perdemos y siempre ganamos. Somos el futuro, Jonesy, aunque no te guste.»
«Pues si es verdad, es la mejor razón que conozco para vivir en el pasado»,
repuso Jonesy.
Del señor Gray, sin embargo, no llegó ninguna respuesta. El señor Gray como
entidad, como conciencia, ya no existía, porque había vuelto a mezclarse con la nube.
Quedaba lo justo para gobernar las facultades de conducción de Jonesy y asegurarse
de que la motonieve siguiera orientada hacia la autopista. Arrastrado sin remedio en
la misión de la cosa, Jonesy obtuvo un parco consuelo de dos factores. Uno era que el
señor Gray no supiera cómo llegar hasta el último componente de su persona, la parte
minúscula que existía en su recuerdo del despacho de los hermanos Tracker. El otro
era que el señor Gray tampoco supiera nada de Duddits.
Jonesy pensaba hacer lo necesario para que el señor Gray no se enterase.
Al menos de momento.
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