Page 365 - El cazador de sueños
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—Es  una  manera  de  verlo.  Otra  es  que  te  enseño  una  técnica  que  te  conviene
           aprender, suponiendo que quieras mantener en secreto nuestra conversación.
               —Ya

               A Owen no le desagradaba del todo lo que acababa de ocurrir. Por un lado, no
           estaba  mal  disponer  de  una  técnica  de  interferencia;  por  otro,  se  corroboraba  que
           Henry conocía el destino de su amigo infectado. Owen le había sorprendido en la

           cabeza una imagen fugaz de ese destino.
               —Presta atención, Henry.
               Vehículo para ir por la nieve, con orugas y cabina para dos ocupantes.

               —Di.
               —Te  cuento  lo  más  seguro  que  podemos  hacer  los  dos.  En  primer  lugar,  si  el
           tiempo no es un factor absolutamente crucial, nos convendría dormir un poco.

               —No te lo niego. Yo estoy medio muerto.
               —Luego, hacia las tres, puedo ponerme yo en marcha. Mientras no se desmonte

           esta instalación, estará en alerta máxima, pero, si hay alguna posibilidad de que al
           Gran Hermano se le empañe un poco el ojo, será entre las cuatro y las seis de la
           mañana. Puedo distraerles un poco y provocar un cortocircuito en la alambrada; de
           hecho es la parte más fácil. Desde que salten los plomos, puedo tardar cinco minutos

           en venir con un Sno-Cat…
               La  telepatía,  según  estaba  descubriendo  Owen,  presentaba  ciertas  ventajas

           taquigráficas respecto a la comunicación verbal. Mientras hablaba, le envió a Henry
           la imagen de un helicóptero MH-6 Little Bird quemándose y de un grupo de soldados
           corriendo a apagar el fuego.
               —…y marchando.

               —Y  dejamos  a  Kurtz  con  todo  un  establo  de  civiles  inocentes  a  los  que  tiene
           intención de convertir en palomitas. Y no hablemos del Blue Group. ¿Cuántos son?

           ¿Doscientos o trescientos?
               Owen,  cuya  dedicación  completa  a  las  fuerzas  armadas  se  remontaba  a  los
           diecinueve años, y que llevaba ocho con Kurtz, envió dos palabras duras por el canal
           mental que habían establecido entre los dos: «Bajas aceptables.»

               Detrás del cristal sucio, la forma borrosa de Henry Devlin se movió un poco y
           envió la respuesta:

               «No.»


















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