Page 383 - El cazador de sueños
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Jonesy pensó que si el señor Gray se hubiera quedado quieto habría protagonizado
una auténtica rabieta de párvulo, con revolcón y pataleo incluidos. A pesar de sus
tentativas de resistencia, el señor Gray se había emborrachado con la química
emocional de Jonesy, y ahora le costaba tanto resistir a la tentación como a un
alcohólico que tuviera la llave del bar.
Al final no sufrió ningún ataque, sino que impulsó el cuerpo de Jonesy por el
descampado hacia el pedestal de piedra que estaba donde había esperado encontrar el
depósito de agua potable de la población, con capacidad para dos mil setecientos
litros. Se cayó en la nieve, volvió a levantarse como pudo, cojeó apoyándose en la
cadera mala de Jonesy, volvió a caerse, a levantarse… y ni un solo momento
interrumpió la letanía de insultos infantiles que, procedentes de Beaver, dirigía al
vendaval: hostias en vinagre, tócame los perendengues, jódete y baila, chúpame el
rabo, hazte una paja y me lo cuentas… En boca de Beaver (o de Henry, o de Pete)
siempre habían tenido gracia. En aquella colina despoblada, gritados con el viento de
cara por aquel monstruo medio cojo con aspecto de ser humano, ni por asomo.
El ser o cosa que era el señor Gray acabó llegando al pedestal, que se veía con
bastante claridad gracias a las luces de la camioneta. Su altura venía a ser la de un
niño, más o menos un metro cincuenta, y estaba construido con la misma piedra
sencilla de tantos muros de Nueva Inglaterra. Encima había dos esculturas de bronce,
un niño y una niña con las manos enlazadas y la cabeza inclinada como si rezaran o
estuvieran tristes.
Casi estaba tapado por la nieve, pero aún se veía la parte superior de la placa
atornillada al frente. El señor Gray se apoyó en las rodillas de Jonesy, escarbó nieve y
leyó lo siguiente:
A LAS VÍCTIMAS DE LA TORMENTA
31 DE MAYO DE 1985
Y A LOS NIÑOS
A TODOS LOS NIÑOS
CON EL CARIÑO DE BILL, BEN, BEV, EDDIE, RICHIE, STAN Y MIKE
EL CLUB DE LOS PERDEDORES
Encima habían escrito algo con spray rojo y mala letra. El mensaje también se
leía perfectamente a la luz de los faros:
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