Page 432 - El cazador de sueños
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Owen sacudía a Henry para despertarle, pero éste se hacía el sueco. Tenía una
sensación como de llevar durmiendo sólo unos segundos, como si tuviera los brazos y
las piernas metidos en cemento.
—Henry.
—Ya te oigo.
Un picor en la pierna izquierda, y otro más pronunciado en la boca. Ahora el puto
byrus también le crecía en el labio. Se rascó con el dedo índice, llevándose la
sorpresa de que se soltara con gran facilidad, como una costra.
—Escucha. Y mira. ¿Puedes mirar?
Henry levantó la cabeza y miró la carretera, que ahora, entre la poca luz (Owen
había frenado en el arcén y tenía apagados los faros) y la nieve, presentaba un aspecto
fantasmal. Más adelante, en la oscuridad, había voces mentales, el equivalente
auditivo de una reunión alrededor de una hoguera. Henry fue hacia ellas. Había
cuatro, correspondientes a jóvenes sin jerarquía en el… el…
«Blue Group —susurró Owen—. Esta vez somos Blue Group.»
Cuatro jóvenes sin jerarquía en el Blue Group, intentando no tener miedo…
intentando ser duros… voces en la oscuridad… una hoguerita y voces en la
oscuridad…
Henry descubrió que la luz de las llamas le permitía ver algo: nieve, por
descontado, y una serie de intermitentes amarillos iluminando una entrada de
autopista invadida por la nieve. También había una tapa de caja de pizza, vista a la
luz de un tablero de mandos. La usaban de cenicero, y tenía encima varios cortes de
queso y un cuchillo militar. Este último pertenecía al tal Smitty, y todos lo usaban
para cortar queso. Cuanto más miraba Henry, mejor veía. Era como acostumbrar los
ojos a la oscuridad, pero con algo más: lo que veía tenía una profundidad de vértigo,
una profundidad alarmante, como si de repente el mundo físico no se compusiera de
tres dimensiones, sino de cuatro o cinco. El motivo era fácil de entender: Henry veía
al mismo tiempo por cuatro pares de ojos. Estaban arrimados al…
«Humvee —dijo Owen, entusiasmado—. ¡Henry, coño, que es un Humvee! ¡Y
encima equipado para la nieve! ¡Te apuesto lo que sea!»
En efecto, los jóvenes estaban muy juntos, pero, como no dejaban de ocupar
cuatro lugares distintos, tenían cuatro puntos de vista, y cuatro calidades de visión
distintas, desde el ojo de lince (Dana, de Maybrook, Nueva York) a lo meramente
correcto. A pesar de ello, el cerebro de Henry las estaba procesando como cuando
convertía en imágenes animadas los fotogramas de una bobina, con la diferencia de
que no se trataba de ninguna película o truco en tres dimensiones. Era una manera de
ver completamente nueva, como la que generaría una manera completamente nueva
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