Page 451 - El cazador de sueños
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           Cuando llegan a Strawford Park son las cuatro y media, y en el campo de softball hay
           un grupo de chicas con camisetas amarillas, todas con colas de caballo casi idénticas,

           metidas por la parte de detrás de la gorra. La mayoría lleva aparatos de ortodoncia.
               —Qué patosas —dice Pete.
               Es posible, pero se nota que se divierten, no como Henry, que tiene calambres en

           el  estómago.  Suerte  que  Jonesy  es  el  mismo  de  siempre,  serio  y  asustado.  La
           imaginación que les falta a Pete y Beaver, a Jonesy y a él les sobra. Pete y Beav se lo

           toman como si fuera un caso detectivesco, pero Henry lo ve diferente. No encontrar a
           Josie  Rinkenhauer  sería  malo  (y  sabe  que  existe  la  posibilidad),  pero  encontrarla
           muerta…
               —Beav —dice.

               Beaver, que estaba mirando a las chicas, se gira hacia él.
               —¿Qué?

               —Es que… —A Beav se le borra la sonrisa, y pone cara de preocupación—. No
           sé, tío. ¿Pete?
               Pete, sin embargo, niega con la cabeza.
               —Yo creía que había vuelto al colé. ¡Coño, si en la foto parecía que me hablase!

           Pero ahora…
               Se encoge de hombros.

               Henry mira a Jonesy, que hace el mismo gesto y enseña las palmas: ni idea. Por lo
           tanto, se vuelve hacia Duddits.
               Duddits lo mira todo a través de lo que llama «gafadezó uay», es decir, «gafas de
           sol guays»: curvadas y de espejo. También lleva el birrete de Beaver. Lo que más le

           gusta es soplar la borla.
               Duddits  carece  de  percepción  selectiva;  para  él  son  igual  de  fascinantes  el

           borracho que busca envases retornables en la basura, las jugadoras de softball y las
           ardillas corriendo por las ramas de los árboles. Forma parte de su peculiaridad.
               —Duddits —dice Henry—, ¿te acuerdas de una niña que iba contigo al primer

           colé? Una que se llamaba Josie, Josie Rinkenhauer.
               Duddits escucha a su amigo con cara de interés, pero es por educación, porque no
           le suena el nombre. ¿Por qué iba a sonarle? Teniendo en cuenta que Duds ni siquiera

           es  capaz  de  memorizar  lo  que  ha  desayunado,  ¿cómo  va  a  acordarse  de  una
           compañera  de  clase  de  hace  tres  o  cuatro  años?  Henry  siente  una  oleada  de
           impotencia, mezclada, cosa rara, con cierta diversión. ¿Cómo se les ha ocurrido?

               —Josie —dice Pete con énfasis, a pesar de que tampoco parece muy esperanzado
           —. ¿No te acuerdas de que siempre te tomábamos el pelo diciendo que era tu novia?
           Tenía los ojos marrones… un pedazo de peluca rubia… y… —Suspira, disgustado—.



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