Page 456 - El cazador de sueños
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Duddits se encamina hacia el terreno de juego, seguido respetuosamente por su
           grupo  de  amigos.  Pasa  al  lado  de  Owen,  pero  claro,  no  le  ve;  para  Duds,  Owen
           Underhill no existe, al menos de momento. Deja atrás las gradas, la tercera base y el

           chiringuito, hasta que se detiene.
               Pete, que está al lado, ahoga una exclamación.
               Duddits se vuelve hacia él y le mira con ojos brillantes de interés, casi riendo.

           Pete tiene un dedo en alto y lo mueve como un péndulo, con la mirada en el suelo.
           Henry se la sigue, y tiene la breve impresión de haber visto algo (un destello amarillo
           en el césped, como de pintura). Después sólo está Pete, haciendo lo característico de

           cuando usa su facultad especial de recordar.
               —¿Belaliña,  Pi?  —inquiere  Duddits  con  un  tono  paternal  que  a  Henry  casi  le
           hace reír. (¿Ves la línea, Pete?)

               —Sí —dice Pete con los ojos muy abiertos—. ¡Sí, coño! —Y mira a los demás—.
           ¡Tíos, que estaba aquí! ¡Justo aquí!

               Cruzan Strawford Park siguiendo una línea que sólo ven Duddits y Pete, seguidos
           por un hombre a quien sólo ve Henry. Al fondo del parque hay una valla de madera
           hecha polvo con un letrero: PROPIEDAD DE D. B. & A. R. R. ¡PROHIBIDO EL
           PASO!  Ya  hace  años  que  los  niños  se  saltan  la  prohibición  a  la  torera;  de  hecho,

           también  hace  años  que  no  pasan  camiones  de  Derry,  Bangor  y  Aroostook  por  los
           Barrens; a pesar de ello, al meterse por donde está rota la valla, ven las vías de tren.

           Están situadas al pie de la cuesta, brillando herrumbrosas al sol.
               Es una cuesta muy empinada y llena de ortigas y plantas que pican. Cuando han
           bajado la mitad encuentran el bolso grande de plástico de Josie Rinkenhauer. Ahora
           está viejo, y da pena verlo tan gastado (con varios arreglos de celo), pero Henry lo

           reconocería donde fuera.
               Duddits se lanza alegremente sobre él y lo abre sin miramientos.

               —¡BabiKe! —anuncia, sacando los muñecos.
               Pete, que ha seguido rastreando el terreno con el torso inclinado, está serio como
           Sherlock Holmes tras las pistas del profesor Moriarty. De hecho, quien la encuentra
           es Pete Moore, que mira a los cuatro con cara de loco desde un desagüe sucio de

           hormigón que sobresale del follaje enmarañado de la cuesta.
               —¡Está aquí dentro! —exclama en pleno delirio. Tiene blanquísima toda la cara,

           menos dos manchas muy rojas en las mejillas—. ¡Tíos, que me parece que está aquí
           dentro!
               Debajo de Derry, localidad que se asienta en antiguas marismas donde no habían

           querido instalarse ni los indios micmac que poblaban los alrededores, hay un sistema
           de alcantarillas que no sólo tiene muchos años, sino una complejidad increíble. La
           mayor  parte  se  construyó  en  los  años  treinta  con  dinero  del  New  Deal,  y  se

           desplomará casi entera en 1985, durante la inundación que destruirá la torre-depósito.




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