Page 461 - El cazador de sueños
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Tardaron casi una hora en cubrir los primeros veinticinco kilómetros al sur de Blue
Base (o ex Blue Base), pero Kurtz no estaba preocupado. Tenía la seguridad de que
les ayudaría Dios.
El conductor (de otro Humvee donde se apretujaba el feliz cuarteto) era Freddy
Johnson. Perlmutter estaba en el asiento del copiloto, esposado al tirador de la puerta.
Cambry lo mismo, pero detrás. Kurtz estaba sentado detrás de Freddy, y Cambry de
Pearly. Kurtz se preguntó si los dos reclutas forzosos conspiraban por telepatía. Allá
ellos, porque no les serviría de nada. Tanto Kurtz como Freddy habían bajado las
ventanillas, aunque fuera al precio de tener el Humvee a temperatura de nevera.
Habían puesto la calefacción a tope, pero no era suficiente. Con todo, era
imprescindible bajar las ventanas, puesto que de lo contrario el interior del vehículo
habría tardado muy poco en volverse inhabitable, más cargado de azufre que una
mina de hulla contaminada. La diferencia era que no olía a azufre, sino a éter. Casi
toda la peste, al parecer, procedía de Perlmutter, que cambiaba de postura cada dos
por tres y gemía con disimulo. Cambry era un criadero de Ripley, que le crecía
encima como un campo de trigo después de las lluvias de primavera, y olía (hasta con
la mascarilla puesta lo notaba Kurtz), pero el más apestoso de los dos, el que no se
estaba quieto y procuraba tirarse pedos sin hacer ruido (Kurtz recordaba vagamente
que de niño lo llamaban el truco de «levanta
la nalga cuando salga»), intentando desentenderse de ellos, era Pearly. Gene
Cambry criaba Ripley, pero Kurtz sospechaba que el bueno de Pearly criaba algo
más.
Hizo todo lo posible por ocultar sus pensamientos con un mantra de su cosecha.
—¿Podría decir otra cosa, por favor? —preguntó Cambry—. Me estoy volviendo
tarumba.
—Y yo —dijo Perlmutter.
Se movió un poco y se le escapó un ruidito de «pfff», parecido al de algo de goma
deshinchándose.
—¡Pearly, coño! —exclamó Freddy, y bajó un poco más la ventanilla, dejando
entrar una ráfaga de nieve y aire frío. El Humvee derrapó, y Kurtz se preparó para el
golpe, pero había sido una falsa alarma—. ¿Podrías no seguir echando perfume anal,
o es demasiado pedir?
—¿Cómo dices? —dijo Perlmutter con frialdad—. Si insinúas que he soltado una
ventosidad, te diré que…
—Yo no insinúo nada —dijo Freddy—. Sólo digo que ya hace bastante peste, o
sea, que o paras o…
A falta de una manera satisfactoria de concretar la amenaza por parte de Freddy
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