Page 464 - El cazador de sueños
P. 464

misma expresión de afabilidad interesada), pero se le aceleró bastante el pulso.
               —Aquí estoy.
               —¡Hombre, chaval, qué gusto oírte! ¡Qué alegría! Calculo que estás en nuestra

           posición más ochenta. Acabamos de pasar por la salida 39. ¿Me equivoco?
               En  realidad  acababan  de  dejar  atrás  la  36,  y  Kurtz  consideraba  que  faltaban
           bastante menos de ochenta kilómetros. Quizá la mitad.

               No hubo respuesta.
               —Frena, nene —le aconsejó Kurtz a Owen con su tono más amable y cuerdo—.
           Aún estamos a tiempo de que no se vaya a la mierda absolutamente todo. Supongo

           que  nuestras  carreras  ya  no  hay  quien  las  salve  (son  gallinas  muertas  en  un  pozo
           envenenado),  pero,  si  tienes  una  misión,  déjame  compartirla.  Ya  estoy  viejo,  y  lo
           único que pido es sacar algo un poco decente de…

               —Corta el rollo, Kurtz.
               Los seis altavoces del Humvee lo reprodujeron con la misma fuerza y nitidez.

           Cambry tuvo la desfachatez de reírse, ganándose una mirada venenosa de Kurtz. En
           otras circunstancias, una mirada así le habría puesto los pelos de punta, pero ya no
           había  otras  circunstancias,  estaban  canceladas,  y  Kurtz  experimentó  algo  tan  poco
           habitual como una punzada de miedo. Una cosa era saber que se les había jorobado

           todo, y otra notar el peso de la verdad como un gran saco de harina oprimiendo las
           tripas.

               —Owen… chaval…
               —Escucha, Kurtz. No sé si te queda alguna neurona cuerda en la cabeza, pero en
           caso afirmativo espero que esté atenta. Me acompaña una persona que se llama Henry
           Devlin,  y  tenemos  delante  (yo  diría  que  a  unos  ciento  cincuenta  kilómetros)  a  un

           amigo suyo que se llama Gary Jones. Aunque ya no es él de verdad. Le ha raptado
           una inteligencia extraterrestre a la que llama señor Gray.

               Gray… Gray…, pensó Kurtz. Por sus anagramas les conocerás.
               —Lo  que  haya  pasado  en  Jefferson  Tract  no  tiene  importancia  —dijo  por  los
           altavoces la voz de Owen—. La masacre que tenías planeada era superflua, Kurtz. Lo
           mismo da matarles o dejar que se mueran, porque no representan ningún peligro.

               —¿Oís? —preguntó Perlmutter, histérico—. ¡Ningún peligro! Ningún…
               —Calla  —dijo  Freddy,  dándole  un  golpe  con  la  mano.  Kurtz  apenas  se  fijó.

           Estaba muy tieso en el asiento, con una mirada de odio. ¿Superflua? ¿Owen Underhill
           diciéndole que la misión más importante de su vida había sido superflua?
               —…  entorno,  ¿entiendes?  No  pueden  vivir  en  este  ecosistema.  La  única

           excepción  es  Gray.  ¿Por  qué?  Porque  resulta  que  ha  encontrado  un  huésped  con
           diferencias  radicales.  Conque  ya  lo  sabes,  Kurtz:  si  tienes  algún  principio,
           renunciarás  ahora  mismo  a  perseguirnos  y  nos  dejarás  en  paz.  Deja  que  nos

           ocupemos nosotros de Jones y de Gray. Con suerte nos cogerías a nosotros, pero a




                                        www.lectulandia.com - Página 464
   459   460   461   462   463   464   465   466   467   468   469