Page 468 - El cazador de sueños
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El señor Gray disfrutaba a fondo de las emociones humanas, y le gustaba mucho la
comida de aquellos seres, pero le estaba gustando bastante menos vaciar los intestinos
de Jonesy. Negándose a mirar lo que había evacuado, se levantó los pantalones y se
los abrochó con un ligero temblor en las manos.
«¡Pero bueno! ¿No piensa usar papel? —preguntó Jonesy—. ¡Coño, al menos
podría tirar de la cadena!»
El señor Gray, sin embargo, no veía el momento de salir del váter. Hizo una pausa
para mojarse las manos debajo de uno de los grifos (Jonesy oía aullar el viento al otro
lado de la pared de baldosas del lavabo, donde no había nadie más) y se encaminó a
la puerta.
Para Jonesy no fue del todo una sorpresa ver que la empujaba el policía.
—Oiga, que se le ha olvidado subirse la cremallera —dijo éste.
—Ah, pues es verdad. Gracias, agente.
—¿Viene del norte? Por la radio dicen que ha pasado algo gordo. Eso cuando se
coge. Dicen que podría haber extraterrestres.
—Ni idea. Es que sólo vengo de Derry —dijo el señor Gray.
—Y, si no es indiscreción, ¿por qué ha salido de casa, con la nochecita que hace?
Dígale que para ir a ver a un amigo enfermo, pensó Jonesy; pero le acometió la
desesperación. No sólo no quería ver el desarrollo de la escena, sino que habría
preferido no participar.
—Un amigo, que está enfermo —dijo el señor Gray.
—Ah, un amigo. Haga el favor de enseñarme el permiso de conducir y el do…
De repente el policía abrió mucho los ojos y caminó deprisa y con paso forzado
hacia la pared donde ponía en un cartel: LAS DUCHAS ESTÁN RESERVADAS
PARA LOS CAMIONEROS. Permaneció contra ella, intentando resistir… y empezó
a dar cabezazos convulsos y brutales en las baldosas. El primero le quitó el sombrero
Stetson. Al tercero empezó a correr la sangre, que al principio manchaba las baldosas,
hasta que las salpicó con verdaderos chorros.
Como no estaba en su mano evitarlo, Jonesy quiso coger el teléfono del escritorio.
No había. En algún momento, bien fuera comiendo el segundo plato de beicon,
bien cagando por primera vez como un ser humano, el señor Gray había cortado la
línea. Estaba solo.
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