Page 459 - El cazador de sueños
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Henry miró a Owen con mala cara.
               —Dice que tiene miedo de que el señor Gray piense matar a un policía y robarle
           el coche patrulla. Supongo que más que nada es eso. Mierda.

               Se dio un puñetazo en el muslo.
               —Pero está vivo.
               —Sí, eso sí —dijo Henry con muy poco entusiasmo—. Es inmune. Duddits…

           ¿Ahora ya entiendes lo de Duddits?
               «No,  y  dudo  que  lo  entiendas  tú,  Henry…  pero  es  posible  que  ya  entienda
           bastante.»

               Henry pasó a la comunicación mental, que era más fácil.
               «Duddits nos cambió, o nos cambió estar con él. Cuando a Jonesy le atropellaron
           en  Cambridge,  volvió  a  cambiar.  Muchas  veces,  a  la  gente  que  ha  pasado  por  el

           trance de ver la muerte le cambian las ondas cerebrales. El año pasado vi un artículo
           en el Lancet sobre el tema. En el caso de Jonesy, debe de querer decir que el señor

           Gray en cuestión puede utilizarle sin contagiarle ni desgastarle. Otra cosa que le ha
           permitido es que no le absorban, al menos de momento.»
               —¿Absorberle?
               «Apropiársele. Tragársele.» Y en voz alta:

               —¿Tienes alguna manera de sacarnos de la nieve?
               «Me parece que sí.»

               —Me lo temía —dijo Henry con desánimo.
               Owen se volvió hacia él, con la luz verdosa del salpicadero en la cara.
               —¿Se puede saber qué te pasa?
               «¿No lo entiendes? ¿En serio? ¿De cuántas maneras tengo que explicártelo?»

               —¡Sigue dentro! ¡Jonesy sigue dentro!
               Por tercera o cuarta vez desde el inicio de su fuga con Henry, Owen no tuvo más

           remedio que saltar encima del abismo entre lo que sabía su cabeza y lo que sabía su
           corazón.
               —Ah,  ya.  —Se  quedó  un  rato  callado—.  Está  vivo.  Piensa,  y  hasta  llama  por
           teléfono. —Otra pausa—. Caray.

               Intentó  poner  el  Humvee  en  primera  y  consiguió  avanzar  unos  quince
           centímetros, pero volvieron a girar las cuatro ruedas. Entonces puso marcha atrás y se

           metió más en la nieve, pero estaba tan dura que el culo del Humvee se subió un poco
           a ella, que era lo que quería Owen; así, cuando volviera a meter la primera saldrían
           del  banco  de  nieve  como  un  corcho  de  una  botella.  Sin  embargo,  se  quedó  unos

           segundos con la suela de la bota en el freno. La vibración del Humvee era tan potente
           que  hacía  temblar  todo  el  chasis.  Fuera  rugía  el  viento,  haciendo  resbalar  por  la
           autopista vacía copos de nieve como sierras.

               —Supongo que te das cuenta de que no hay más remedio que seguir —dijo Owen




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