Page 455 - El cazador de sueños
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de cuatro percepciones y memorias… hasta que pasan a ser cinco, porque Duddits ha
entendido por quién se toman tantas molestias.
Con la intervención de Duddits se multiplican por cien la luminosidad y nitidez
de la imagen. Henry oye que se le corta la respiración a alguien (Jonesy). A él
también se le cortaría, pero ya hace unos segundos que no respira. Porque puede que
Duddits sea retrasado en algunos aspectos, pero no en este. En este son ellos los
débiles mentales, los torpes, y Duddits el genio.
—¡Dios mío! —oye exclamar Henry a Beaver, con una voz donde se mezclan a
partes iguales el éxtasis y la consternación.
Porque tienen a Josie al lado. Las cinco percepciones diferentes de su edad la han
convertido en una niña de unos doce años, mayor que cuando la encontraban
esperando delante del colé de los subnormales, pero seguro que menor que ahora. Se
han decidido por un traje de marinero cuyo color no acaba de asentarse, oscilando
entre el azul, el rosa y el rojo, y viceversa. Tiene en la mano el bolso grande de
plástico blanco, con los BarbieKen asomando por arriba, y gloriosos arañazos en
ambas rodillas. Le aparecen y desaparecen en los lóbulos dos pendientes en forma de
mariquitas, y piensa Henry: ah, sí, me acuerdo de que los llevaba. Entonces se
solidifican.
La niña abre la boca y dice: «Hola, Duddie.» Mira alrededor y dice: «Hola,
chicos.»
Y de repente ya no está. Vuelven a ser cinco en lugar de seis, cinco chicos
mayores debajo del roble viejo, con la luz antigua de junio impresa en la cara, y en
los oídos el griterío de las jugadoras de softball. Pete está llorando. Jonesy también.
El borracho se ha marchado (ya debe de tener bastante para comprarse la botella),
pero ha venido otro hombre. Se trata de un individuo de aspecto muy serio que lleva
parka de invierno, a pesar de que hace calor. Tiene una mancha roja por toda la
mejilla izquierda, como de nacimiento, aunque Henry sabe que no es tal, sino byrus.
Owen Underhill se ha reunido con ellos en Strawford Park, y les mira, pero no pasa
nada; aparte de Henry, nadie ve al visitante del otro lado del atrapasueños.
Duddits sonríe, pero le extrañan las lágrimas de dos de sus amigos.
—¿Poqué yora? —le pregunta a Jonesy. (¿Por qué lloras?)
—No te preocupes —dice Jonesy.
Al soltar la mano de Duddits, se rompe lo que quedaba de conexión. Jonesy se
seca la cara, al igual que Pete. Beav profiere una risita que tiene mucho de sollozo.
—Me parece que me he tragado el palillo —dice.
—No, burro, que está aquí —dice Henry señalando la hierba, donde está tirado el
mondadientes roído.
—¿Contra a Yosi? —pregunta Duddits.
—¿Puedes, Duds? —pregunta Henry.
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