Page 458 - El cazador de sueños
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pesar de ello sonó uno, haciendo añicos el nítido recuerdo tejido por Henry entre él y
Owen, y pegándoles un susto de muerte.
Owen se sobresaltó como si le hubieran despertado de un sueño muy profundo, y
el Humvee perdió un agarre que de por sí ya era precario. Al principio derrapó, y en
segundo lugar inició un movimiento giratorio muy lento, como el baile de un
dinosaurio.
—Me cago en…
Intentó seguir la dirección del giro, pero lo único que hizo la rueda fue girar con
una facilidad angustiosa, como la de un barco que ha perdido el timón. El Humvee
retrocedió por la superficie traicionera del único carril que quedaba en la 1-95 para ir
hacia el sur, y acabó chocando de lado con el banco de nieve más interior, abriendo
con los faros, en la dirección de donde venían, un cono de luz manchado de nieve.
¡Riiing! ¡Riiing! ¡Riiing! Y sin teléfono a la vista.
Suena en mi cabeza, pensó Owen; lo proyecto, pero me parece que lo oigo en mi
cabeza. Ya estamos otra vez con la telepatía de los…
En el asiento de en medio había una pistola, una Glock. Justo cuando la cogía
Henry, dejó de sonar el teléfono. Entonces se aplicó a la oreja el cañón como si
quisiera suicidarse, con la diferencia de que tenía todos los dedos en la culata.
Claro, pensó Owen, pura lógica. Le llaman por la pistola. No tiene nada de raro.
—¿Sí? —dijo Henry. Owen no pudo oír la respuesta, pero vio iluminarse con una
sonrisa la cara cansada de su acompañante—. ¡Jonesy! ¡Sabía que eras tú!
¿Y quién iba a ser?, se dijo Owen. ¿Oprah Winfrey?
—¿Dónde…?
Henry permaneció a la escucha.
—¿Buscaba a Duddits, Jonesy? ¿Por eso…? —Volvió a escuchar y añadió—: ¿El
qué? ¿El depósito del agua? ¿Y por qué…? ¡Jonesy! ¡Jonesy!
Se quedó unos segundos más con la pistola en la oreja, hasta que la miró como si
no la reconociera y la devolvió al asiento. Ya no sonreía.
—Ha colgado. Me parece que volvía el otro. Él le llama señor Gray.
—O sea que tu amigo está vivo. Pues no te veo muy contento.
Más que en la cara, se lo notaba en los pensamientos, pero a aquellas alturas ya
no hacía falta decirlo. Al principio se había alegrado, como cualquiera que reciba una
llamadita por la pistola, pero ya no estaba contento. ¿Por qué?
—Está… están al sur de Derry. Han parado a comer algo en un área de servicio
para camioneros que se llama Dysart's… aunque Jonesy la ha llamado Dry Farts,
como de niños. Para mí que no se ha dado ni cuenta. Ponía voz de asustado.
—¿Por él o por nosotros?
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