Page 446 - El cazador de sueños
P. 446

Pete sólo acaba tercer curso. Coge a Jonesy, le echa hacia atrás como un bailarín de
           tango a su bella pareja y le da un beso en toda la boca. A Jonesy se le caen de la
           cabeza los dos birretes, y chilla de sorpresa.

               —¡Maricón!  —berrea,  restregándose  la  boca;  pero  también  empieza  a  cogerle
           risa.
               Pete  es  un  caso  peculiar:  es  capaz  de  estar  tranquilo  varias  semanas  seguidas,

           como la persona más gris del mundo, y de repente se arranca con alguna chaladura.
           Lo normal es que antes se haya tomado un par de cervezas, pero no es el caso.
               —Hace mucho tiempo que tenía ganas —dice Pete con sentimiento—. Ahora ya

           sabes lo que siento.
               —¡Si me has contagiado la sífilis te mato, mariconazo! Llega Henry, recoge del
           césped el birrete y lo usa para golpear

               a Jonesy.
               —Tiene manchas de hierba —dice—. Como tenga que pagarlo, te daré algo más

           que un morreo.
               —No seas tan bocas, borde, que eres un borde —dice Jonesy.
               —Yo también te quiero —dice Henry, muy serio.
               Beav llega jadeando, pero con el palillo en la boca. Coge el birrete de Jonesy, lo

           mira por dentro y dice:
               —En  éste  hay  una  mancha  de  semen.  Seguro,  porque  he  visto  muchas  en  mi

           cama. —Respira hondo y declama en dirección a los de último curso que se marchan
           sin haberse quitado la toga roja de Derry—: ¡Gary Jones se ha hecho una paja en su
           birrete! ¡Atento todo el mundo, que Gary Jones se ha hecho una pa…!
               Jonesy se le echa encima y le derriba. Ruedan los dos por el césped, como un

           remolino de nailon rojo. Los dos birretes se caen al suelo, y Henry los recoge para
           evitar que sean aplastados.

               —¡Suéltame! —exclama Beaver—. ¡Que me aplastas! ¡Te digo que…!
               —Duddits la conocía —dice Pete. Ya no le interesan las bromas de sus amigos, ni
           participa mucho de su buen humor. (Es posible que sea Pete el único de los cuatro
           que sienta la proximidad de cambios importantes.) Está mirando otra vez el tablón—.

           Y nosotros. Era la que siempre estaba delante del colé de los subnormales, diciendo:
           «Hola, Duddie.»

               Al reproducir el saludo, la voz de Pete se aflauta un momento y se vuelve de niña,
           pero con más ternura que burla; y, aunque Pete no destaque por sus dotes de imitador,
           Henry  la  reconoce  enseguida.  Se  acuerda  de  la  niña,  de  pelo  rubio  y  suave,  ojos

           grandes  y  marrones,  arañazos  en  las  rodillas  y  un  bolso  de  plástico  blanco  donde
           llevaba  la  comida  y  sus  BarbieKen.  Siempre  los  llamaba  BarbieKen,  como  si
           formaran una sola entidad.

               Jonesy y Beav también saben a quién imita Pete. Y Henry. Ya hace varios años




                                        www.lectulandia.com - Página 446
   441   442   443   444   445   446   447   448   449   450   451