Page 444 - El cazador de sueños
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—Idea de Pete —murmuró Henry.
Owen, que estaba al volante del Humvee (vehículo enorme y ruidoso, pero
equipado con unos neumáticos descomunales para la nieve que le permitían surcar la
tormenta) le miró. Henry dormía. Se le habían bajado las gafas hasta la punta de la
nariz. Sus párpados, que ahora exhibían una pelusilla de byrus, delataban el
movimiento de los globos oculares. Soñaba. ¿Con qué?, se preguntó Owen.
Consideró posible hacer una zambullida en la cabeza de su nuevo acompañante, pero
le pareció perverso.
—Idea de Pete —repitió Henry—. La vio primero.
Y profirió tal suspiro de cansancio que a Owen le dio pena. Decidió que no, que
no quería saber nada de lo que ocurría en la cabeza de Henry. Para llegar a Derry
faltaba una hora, o más, si seguía haciendo el mismo viento. Era preferible dejarle
dormir.
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