Page 442 - El cazador de sueños
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ni malo; simple trabajo de comercial.
Aunque… oído al parche. Sí que era una sensación agradable, porque se daba
cuenta de que convencía. No podía decirse que estuviera asestando puñaladas, pero al
menos pellizcaba al señor Gray. Le hacía sudar gotitas de sangre de deseo.
«Ríndase —insistió—. Hágase terrestre y podrá pasarse el resto de la vida
experimentando con los sentidos. Están muy finos, porque aún no he cumplido los
cuarenta.»
El señor Gray no contestó. Miró alrededor, vio que no se fijaba nadie en él, se
echó jarabe en el café, lo sorbió y volvió a mirar hacia arriba para ver si le traían el
suplemento de beicon. Jonesy suspiró. Era como estar de vacaciones en Las Vegas
con un musulmán estricto.
Al fondo del restaurante había un arco con el letrero SALÓN DE CAMIONEROS
Y DUCHAS. El pasillo corto de detrás estaba equipado con una batería de teléfonos
de pago donde había varias personas hablando. Debían de contarles a sus cónyuges y
jefes que no podrían llegar puntuales porque les había sorprendido una tormenta en
Maine, estaban en un área de servicio para camioneros al sur de Derry que se llamaba
Dysart's y calculaban que no podrían proseguir hasta el día siguiente a mediodía.
Jonesy dio la espalda a la ventana del despacho, desde donde se veía el área de
servicio, y miró su mesa, que ahora estaba cubierta con el mismo desorden que en
casa, sempiterno y tranquilizador. También estaba el teléfono azul. ¿Se podía llamar a
Henry? ¿Seguía vivo Henry? Consideró que sí. Pensó que si hubiera muerto se habría
notado el momento de su defunción, quizá por un aumento de la oscuridad de la sala.
«Elvis ha abandonado el edificio —había dicho Beaver varias veces al reconocer un
nombre en las necrológicas—. Hay que joderse.» Jonesy dudaba que Henry hubiera
abandonado el edificio. Hasta podía ser que tuviera previsto un bis.
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