Page 438 - El cazador de sueños
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su estado de ánimo a la perfección.
               —Que  pasen  —dijo  Kurtz.  Seguía  de  pie  al  lado  de  la  gorra  depositada  en  el
           suelo (donde no se habían borrado del todo las manchas de sangre del pinche tercero

           Melrose), y con la baraja en la mano, pero se le habían iluminado los ojos de interés
           —. A ver a quién habéis encontrado.
               Jocelyn hizo gestos con el arma, y al pie de la escalerilla dijo una voz rasposa de

           hombre:
               —Arriba, joder, y que no tenga que repetíroslo.
               El primer hombre en pasar al lado de Jocelyn y entrar era alto y muy negro. Tenía

           dos cortes, uno en la mejilla y otro en el cuello, y ambos estaban llenos de Ripley. Le
           crecía más pelusa en las
               arrugas de la frente. Freddy le conocía de cara, pero no de nombre. El jefe, como

           era  natural,  tenía  presentes  ambas  cosas.  Freddy  supuso  que  conocía  de  nombre  a
           todos  los  soldados  que  habían  estado  a  sus  órdenes,  pasados  o  presentes,  vivos  o

           muertos.
               —¡Cambry! —dijo Kurtz con los ojos aún más encendidos. Dejó caer la baraja en
           la gorra, se acercó a Cambry, hizo ademán de estrecharle la mano, se lo pensó mejor
           y  optó  por  un  saludo  militar.  Gene  Cambry  no  lo  devolvió.  Se  le  veía  huraño  y

           desorientado—. Bienvenido al club de los justicieros.
               —Le  hemos  visto  corriendo  por  el  bosque  con  los  prisioneros,  y  eso  que  en

           principio tenía que vigilarlos —dijo Jocelyn McAvoy.
               Su cara era inexpresiva. Todo el desprecio se le concentraba en la voz.
               —¿Por  qué  no?  —preguntó  Cambry,  mirando  a  Kurtz—.  Total,  pensaba  usted
           matarme como al resto. Y no se moleste en disimular, que se lo leo en la cabeza.

               Kurtz no se dejó amilanar. Se frotó las manos y le sonrió a Cambry de manera
           amistosa.

               —Pórtate bien y puede que cambie de idea. Los corazones son para partirse, y las
           decisiones para cambiarlas. Es como nos ha hecho Dios. ¿A qué otro me has traído,
           Jossie?
               Al ver al segundo personaje, Freddy se quedó de piedra. Además de contento. A

           su humilde parecer, el Ripley no podía haber escogido mejor. Ya de por sí, el muy
           hijo de puta no le caía bien a nadie.

               —Señor…  jefe…  No  sé  qué  hago  aquí…  Estaba  persiguiendo  a  los  fugitivos
           como  Dios  manda  y  esta…  esta…  perdone,  pero  tengo  que  decirlo:  esta  zorra,  y
           perdón por la palabra, se me ha llevado de la zona de caza y…

               —Se escapaba con ellos —dijo McAvoy con voz de aburrimiento—. Corría, y
           está de la cosa esa hasta el ojete.
               —¡Mentira! —exclamó el de la puerta—. ¡Mentira podrida! ¡Yo estoy limpio! ¡Al

           ciento por cien…!




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