Page 474 - El cazador de sueños
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—En definitiva, que tenemos que dividirnos en equipos, digamos que de tres
parejas… tres por… por equipo… y luego… luego…
El señor Bocklin parece un juguete perdiendo cuerda, hasta que se queda callado
del todo delante de la tele de los Cavell, mirando fijamente. La reacción de los
padres, reunidos en cuestión de minutos, es de cierta agitación, porque no entienden
qué le pasa. Con lo bien que estaba hablando…
—Josie —dice el señor Bocklin con un tono que no se parece nada al que usa en
los juicios, teatral y confiado.
—Sí —dice Héctor Rinkenhauer—, es como se llama. ¿Qué te pasa, Phil? ¿Qué
os pasa a…?
—Josie —repite Phil levantando una mano temblorosa.
A Henry (y por lo tanto a Owen, que mira por sus ojos) le recuerda el fantasma de
las siguientes navidades señalando la tumba de Scrooge.
Se gira una cara… dos… cuatro… los ojos de Alfie Cavell, ojos de incredulidad
magnificados por las gafas… y por último los de la señora Rinkenhauer.
—Hola, mamá —dice Josie tan tranquila, enseñando el bolso— Duddie ha
encontrado mi BarbieKen. Me había quedado metida en…
El grito de alegría de su madre impide oír el resto. Henry nunca ha oído un grito
similar en toda su vida; es maravilloso, pero también tiene algo de sobrecogedor.
—Cágate lorito —dice Beaver (en voz baja).
Jonesy tiene sujeto a Duddits, que se ha asustado del grito.
Pete mira a Henry y le hace un gesto con la cabeza: «Lo hemos hecho bien.»
Y Henry se lo devuelve. «Sí.»
Si no es el mejor momento del grupo, es el segundo mejor, y con poca diferencia.
Cuando la señora Rinkenhauer, que ahora llora, coge en brazos a su hija, Henry le
toca a Duddits el brazo para que se gire, y le da un besito en la mejilla. «Duddits,
majo —piensa Henry—. Duddits…»
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