Page 475 - El cazador de sueños
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—Ya estamos —dijo Henry en voz baja—. Salida 27.
La visión que tenía Owen de la sala de estar de los Cavell reventó como una
burbuja de jabón. Miró el letrero: SALIDA 27 KANSAS STREET. PÓNGANSE A
LA DERECHA. Aún le resonaban en los oídos los gritos de la mujer, entre felices e
incrédulos.
—¿Te pasa algo? —preguntó Henry.
—No; vaya, me parece que no. —Owen metió el Humvee por la rampa de salida,
entre paredes de nieve. El reloj del salpicadero se había quedado tan parado como el
de pulsera de Henry, pero tuvo la impresión de que fuera había un poco más de luz—.
¿Después de la rampa es a la izquierda o la derecha? Dímelo ahora, para no
arriesgarme a frenar.
—A la izquierda, a la izquierda.
Owen viró en la dirección indicada, pasando por debajo de una señal intermitente,
superó otro derrape y se metió hacia el sur por Kansas Street. No hacía mucho tiempo
que habían pasado los quitanieves, pero volvía a acumularse nieve.
—Ya va nevando menos —dijo Henry.
—Sí, pero ¡qué viento más cabrón! Debes de tener muchas ganas de verle, ¿no?
Me refiero a Duddits.
Henry enseñó los dientes.
—Sí, pero también estoy un poco nervioso. —Sacudió la cabeza—. Jo, es que
Duddits… Duddits te pone a gusto. Ya lo verás. Lo único que me da rabia es ir a su
casa a una hora tan indecente.
Owen se encogió de hombros, gesto que quería decir: «No hay más remedio.»
—Me parece que llevan unos cuatro años en este barrio, y ni siquiera conozco la
casa nueva.
Sin darse cuenta, siguió en telepatía: «Se mudaron al morirse Alfie.»
«¿Tú…?» La continuación no fueron palabras, sino una imagen: gente vestida de
negro con paraguas negros. Un cementerio con lluvia. Un ataúd encima de unos
caballetes, y en la tapa la inscripción «R. I. P. ALFIE».
«No —dijo Henry, avergonzado—. Ninguno de los cuatro.»
«¿ ?»
Henry no sabía por qué no habían ido, pero intuía por dónde iban los tiros.
Duddits había sido una parte importante de la infancia de los cuatro (supuso que la
palabra que buscaba era «crucial»); roto el eslabón, habría sido doloroso regresar.
Doloroso, sin embargo, no quería decir inútil. Ahora Henry entendía algo: que las
imágenes que asociaba con su depresión, y con estar cada vez más convencido del
suicidio (la leche en la barbilla de su padre, el culo enorme de Barry Newman
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