Page 476 - El cazador de sueños
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bamboleándose hacia la puerta de la consulta), escondían desde siempre otra imagen
           más potente: el atrapasueños. ¿Acaso no era el verdadero origen de su desesperación?
           ¿La majestad del concepto del atrapasueños contrastando con la banalidad de los usos

           que se le habían destinado? Usar a Duddits para encontrar a Josie había sido como
           descubrir la física cuántica y usarla para hacer un videojuego. O peor: descubrir que
           en  el  fondo  la  física  cuántica  no  servía  para  nada  más.  Por  supuesto  que  habían

           realizado una buena acción (sin ellos Josie Rinkenhauer se habría muerto en el tubo
           como una rata atascada en un desagüe), pero bueno, que… que no era como haber
           rescatado a un futuro premio Nobel…

               «No he podido seguir todo lo que acaba de pasarte por la cabeza —dijo Owen,
           que de repente estaba muy metido en el cerebro de Henry—, pero me ha parecido
           como muy pretencioso. ¿Qué calle es?»

               Henry le miró con mala cara, picado.
               —Ya hace tiempo que no vamos a verle. ¿Vale? ¿Lo podemos dejar así?

               —Bueno —dijo Owen.
               —Pero le enviábamos felicitaciones de navidad cada año. Es como me enteré de
           que se habían mudado al 41 de Dearborn Street, en la parte oeste de Derry. Coge la
           tercera a la derecha.

               —Vale, vale, tranquilo.
               —Que te folle un pez.

               —Henry…
               —Perdimos el contacto. ¡Tampoco es tan raro! A un don perfecto como tú seguro
           que nunca le ha pasado, pero a los demás… a los demás..,
               Henry bajó la mirada, vio que tenía cerrados los puños y les ordenó abrirse.

               —He dicho vale.
               —Claro, seguro que don perfecto aún tiene contacto con todos sus amigos del

           instituto. Debéis de reuniros cada año para poner los discos viejos de Mötley Crüe y
           comer bocadillos de atún igualitos a los que vendían en el bar del colé.
               —Perdona que te haya ofendido.
               —¡Joder, es que viéndote la cara parece que le hayamos abandonado!

               Que venía a ser lo que habían hecho, naturalmente.
               Owen no dijo nada. Aguzaba la vista para ver si entre la nieve, a la luz grisácea

           del  alba,  aparecía  la  señal  de  Dearborn  Street.  En  efecto:  la  tenían  justo  delante.
           Pasando por Kansas Street, un quitanieves había bloqueado la boca de Dearborn, pero
           Owen consideró que el Humvee era capaz de superar el obstáculo.

               —¡Ni que me hubiera olvidado de él! —dijo Henry. Iba a seguir mentalmente,
           pero lo hizo de palabra porque pensar en Duddits era demasiado revelador—. Nos
           acordábamos  todos.  De  hecho,  Jonesy  y  yo  pensábamos  ir  a  verle  esta  primavera,

           pero tuvo el accidente Jonesy y se me fue de la cabeza. ¿Tan raro es?




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