Page 491 - El cazador de sueños
P. 491
13
El señor Gray había cometido otro asesinato y el robo de otro vehículo. Se trataba
esta vez de un quitanieves. Jonesy no lo presenció. El señor Gray debía de haberse
resignado a no poder sacarle del despacho (al menos hasta que pudiera abordar el
problema con todo su tiempo y energía), porque optó por la segunda opción,
consistente en aislarle del mundo exterior. Jonesy pensó que ya sabía cómo debía de
sentirse Fortunato cuando Montressor le emparedaba en la bodega.
Ocurrió al poco tiempo de que el señor Gray hubiera vuelto a poner el coche
patrulla en el carril de la autopista que iba hacia el sur. (De momento sólo había uno,
lo cual era peligroso.) Jonesy, mientras tanto, estaba en un armario, llevando a cabo
una idea que le parecía brillantísima.
¿Que el señor Gray le había cortado la línea telefónica? Bueno, pues crearía otra
forma de comunicación, igual que había creado un termostato para enfriar el
ambiente cuando el señor Gray había intentado sacarle a base de calor. Decidió que lo
más apropiado era un fax. ¿Por qué no? Todos los aparatos eran simbólicos, puras
visualizaciones que ayudaban a enfocar y ejercer unos poderes que llevaban más de
veinte años dentro de él. El señor Gray había detectado dichos poderes, y, tras la
inicial contrariedad, había tomado medidas del todo eficientes para impedirle su uso a
Jonesy. El truco era seguir encontrando maneras de circundar los bloqueos del señor
Gray, de la misma manera que éste seguía encontrándolas de desplazarse hacia el sur.
Jonesy cerró los ojos y visualizó un fax como el del despacho del departamento
de historia, con la diferencia de que lo instaló en el armario de su nueva oficina. Acto
seguido, sintiéndose Aladino en el momento de robar la lámpara mágica (sólo que en
su caso los deseos de los que se acordaba parecían infinitos, siempre y cuando no se
pasara de la raya), también visualizó un fajo de papel y un lápiz negro Black Beauty.
Por último, entró en el armario para ver cómo le había salido.
A primera vista bastante bien… aunque el lápiz era un poco raro: afilado y sin
usar, pero con marcas de dientes a lo largo. Aunque bueno, era como tenía que ser,
¿no? El que usaba lápices Black Beauty siempre había sido Beaver, hasta en primaria,
cuando iban a Witcham Street. Los demás siempre habían tenido los típicos Eberhard
Faber amarillos.
El fax se veía irreprochable, bien asentado en el suelo, debajo de un lío de perchas
vacías y sólo una chaqueta (la parka naranja chillón que le había comprado su madre
para la primera excursión de caza, y que Jonesy, con la mano en el corazón, había
prometido llevar «cada vez que salga»), y zumbaba tentador.
La decepción fue arrodillarse delante y leer el mensaje de la ventanilla iluminada:
JONESY RÍNDETE Y SAL.
Levantó el auricular del lateral del aparato y oyó la voz grabada del señor Gray:
www.lectulandia.com - Página 491