Page 492 - El cazador de sueños
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«Jonesy, ríndete y sal. Jonesy, ríndete y sa…»
Una serie de golpes, tan brutales que parecían truenos, le hizo gritar y levantarse.
Lo primero que pensó fue que el señor Gray estaba intentando tirar la puerta.
Pero no se trataba de la puerta, sino de la ventana, lo cual, según como se mirara,
aún era peor. El señor Gray había montado persianas grises industriales (parecían de
acero) al otro lado del cristal. Ahora Jonesy, además de encerrado, estaba ciego.
Por dentro había unas palabras que se leían sin problemas: JONESY RÍNDETE Y
SAL. Jonesy se acordó de El mago de Oz (RÍNDETE, DOROTHY escrito en el cielo)
y tuvo ganas de reír, pero no podía. Aquello no tenía ni gracia ni ironía. Era una
atrocidad pura y dura.
—¡No! —exclamó—. ¡Bájalas! ¡Que las bajes, coño!
Silencio. Jonesy levantó las manos con la intención de romper el cristal y aporrear
la persiana de acero, pero pensó: ¿Estás loco? ¡Es lo que quiere él! A la que rompas el
cristal desaparecerán las persianas y entrará el señor Gray. Y adiós Jonesy.
Notó que se movía algo. Era el traqueteo del quitanieves. ¿Ahora a qué altura
estaban? ¿Waterville? ¿Augusta? ¿Todavía más al sur? ¿Dentro de la zona donde
había llovido pelusa? No, probablemente no, porque de no haber nieve el señor Gray
habría acelerado. Ahora bien, no tardaría en no haberla. Porque iban hacia el sur.
¿Adonde?
Daría lo mismo estar muerto, pensó Jonesy, mirando con desconsuelo la persiana
cerrada y la inscripción burlona. Daría lo mismo haberme muerto ya.
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