Page 580 - El cazador de sueños
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Kurtz lo oyó con claridad por la ventanilla rota. Era el tartamudeo de un fusil
automático, suscitando una vieja sensación de desasosiego e impaciencia: la rabia de
que hubiera empezado el tiroteo sin él, y el miedo de que acabara antes de llegar, y de
que sólo quedaran los heridos pidiendo a gritos un médico.
—Acelera, Freddy.
Justo delante de Kurtz, Perlmutter, comatoso, roncaba más fuerte que antes.
—Esto resbala bastante, jefe.
—Da igual, acelera. Tengo la sensación de que casi hemos…
Vio una mancha rosada en la cortina blanca y limpia de la nieve, una mancha
difusa como la sangre de un corte en la cara filtrándose por la espuma de afeitar. A
los pocos segundos tenían delante el Subaru con el morro hundido y las ruedas en el
aire. En los instantes que siguieron, Kurtz retiró cualquier idea desfavorable que le
hubieran merecido las facultades de conducción de Freddy. Su subordinado se limitó
a girar el volante a la derecha y pisar el acelerador cuando empezaba a derrapar el
Humvee. El voluminoso vehículo ganó agarre, saltó sobre la falla de la carretera y
chocó con el suelo. Fue una sacudida tan brutal que Kurtz se dio un golpe en la
cabeza y vio una lluvia de estrellas. Los brazos de Perlmutter se zarandearon como
brazos de cadáver. El movimiento echó su cabeza hacia atrás, y después hacia
adelante. El Humvee pasó tan cerca del Subaru que le arrancó el tirador de la puerta
del copiloto. Después siguió rodando a toda pastilla, por huellas relativamente frescas
pero sólo de un vehículo.
Me tienes casi encima, Owen, pensó Kurtz. ¿No notas mi aliento en la nuca?
Lo único que le preocupaba era la ráfaga de disparos. ¿Qué había sido? Fuera lo
que fuera, no se repitió.
Otra mancha en la nieve a algunos metros. Esta vez era verde. El otro Humvee.
Seguro que habían bajado, pero…
—Frena y carga —dijo Kurtz a Freddy con voz apenas estridente—. Va siendo
hora de que pague alguien el pato.
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