Page 194 - Las ciudades de los muertos
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—Hay una cosa que no entiendo.
               —¿Sí?
               —Si no recibiste mi mensaje, ¿qué te trajo por aquí?

               Maspero hizo una mueca, acompañada de un gesto hacia atrás.
               —Él.
               Paseé la vista por la hilera de soldados y al final de todo, montado en un burro e

           intentando por todos los medios mantener un porte digno, descubrí al padre Khalid.
           El sacerdote descendió del animal y se arregló sus ropajes.
               —Insistió e insistió en que había unos católicos profanando las ruinas coptas y al

           final tuvimos que hacer algo. Así que aquí estoy —Maspero observó a su alrededor,
           súbitamente desconcertado—. Y, por cierto, ¿dónde están esos sacerdotes católicos?
               —Han  desaparecido.  Todos.  A  la  mañana  siguiente  de  la  tormenta  se  habían

           esfumado.
               —¿Muertos?

               —Al principio eso pensé yo, pero no están los cuerpos. Sin embargo, no tiene
           sentido que todos murieran. Al fin y al cabo, si nosotros sobrevivimos, alguno de
           ellos podría seguir con vida.
               —¿«Nosotros»?

               —Larrimer.
               —¡Oh!

               —Ha sufrido mucho, el pobre, y me temo que ha perdido por completo la razón.
               Khalid se unió a nosotros.
               —Señor Carter, ya ve que tenía razón al decir que estaban destruyendo nuestro
           patrimonio.

               —Esto fue obra de una tormenta.
               —Tonterías. Observe la amplitud de los destrozos. Es como si hubiera habido un

           terremoto.
               No estaba de humor para discutir con él.
               —Hubo un terremoto también, Gastón. Este es el lugar de donde provenían las
           momias.

               Le conté toda la historia, sin hacer referencias a lo sobrenatural. Se trataba de un
           simple negocio. Los niños eran una fuente de recursos muy abundante en Egipto y

           Rheinholdt  la  había  aprovechado.  Todo  muy  sencillo.  Le  enseñé  las  habitaciones
           repletas de niños momificados y también los restos de la sala abovedada.
               —Hay  unas  cajas  llenas  de  natrón  bajo  la  arena.  Si  excavan  un  poco,  las

           encontrarán.
               Maspero observó con tristeza aquellos cuerpos infantiles.
               —Tendremos que enterrarlos. Los soldados cavarán una fosa para todos ellos.







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