Page 67 - Deepak Chopra - Cuerpos sin edad, mentes sin tiempo.
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los átomos de helio, cuyo orden se mantuvo estable y condujo luego a átomos aún más complejos,
hasta llegar a los ultrapesados del uranio y el plutonio. La evolución (o el crecimiento) crea estruc-
turas más complejas a partir de las menos complejas.
Sin embargo, en la teoría de la evolución se abrió un gran agujero ante la insistencia científica de
que toda la cadena de evolución, comenzando por las algas y las bacterias más simples, hasta llegar
al órgano más complejo de la naturaleza, el cerebro humano, surgió por azar. Si bien puede ser cierto
que la supervivencia animal depende de la selección por azar, son obvios los fallos más profundos de
esta explicación. Cuando se concibe a un bebé, el huevo fertilizado repite el proceso de división
celular que ha producido anteriormente a millones de bebés. El crecimiento de una célula hasta
dividirse en dos, esas dos en cuatro, esas cuatro en ocho, y así sucesivamente, es la evolución en
acción. En ella no hay nada librado al azar; por lo tanto, ¿por qué decimos que el proceso que creó el
nacimiento fue obra del azar? Obviamente hay una fuerza contraria que impulsa la evolución, creando
la vida, frenando la amenaza de la entropía.
Esa fuerza contraria es la inteligencia, que en el plano cuántico es mucho más que un fenómeno
mental. La inteligencia mantiene en orden el plano de cada célula en su ADN, y muchos científicos
creen ahora que lo mismo puede decirse del universo entero. En su libro The Cosmic Blueprint («El
plan cósmico»), el físico británico Paul Davies cita muchos hallazgos teóricos en apoyo de la nueva
opinión de que el universo se organiza y reacciona ante sus propios acontecimientos de modo muy
parecido al de nuestras células. El cosmos no se limita a expandirse como un globo: crece como una
entidad viviente. «El universo se revela bajo una luz nueva, más inspiradora —escribe Davies—,
desplegándose de sus comienzos primitivos y progresando paso a paso hacia estados cada vez más
elaborados y complejos.» Algo que progresa muestra señales de inteligencia, por mucho que la
corriente principal de la ciencia se resista a usar el término.
Inteligencia es sinónimo de poder creativo. Éste entra en nuestro caos y, a partir de la sopa
cuántica, forma bellas simetrías. Infunde vida y aliento en moléculas muertas. Cuando la entropía se
impone, la inteligencia debe menguar. Las dos fuerzas están en batalla constante. Como ambas
existen desde la Gran Explosión, ¿qué determina el resultado de ese choque? Nace un bebé
humano, lo cual es una victoria monumental para la inteligencia, pero el bebé empieza un día a
envejecer, lo cual es una victoria de la entropía. No es adecuado equiparar el envejecimiento con la
entropía; aquí es necesario hacer una diferenciación sutil, pero necesaria. La creación y la
destrucción coexisten. En cada célula, algunas reacciones químicas son creativas (la producción de
proteínas nuevas, por ejemplo, a partir de bloques componentes de aminoácidos),mientras que otras
son destructivas (como el proceso de digestión, que descompone complejos alimentos en
compuestos más simples, o el proceso del metabolismo, que quema azúcares y libera su energía
acumulada).
Sin la destrucción, la vida no podría existir. Por lo tanto, el envejecimiento no es simplemente la
destrucción del cuerpo. He aquí un punto de suma importancia que pasan por alto quienes equiparan
la vida al mero juego de fuerzas materiales al azar. En realidad, la entropía está de parte de la vida;
se desempeña como uno de los jugadores en un complejo equilibrio de fuerzas. Sin la inteligencia, el
equilibrio se perdería de inmediato.
Por ejemplo: existe un terrible trastorno endocrino llamado progeria, provocado por la deformación
de sólo uno de los cien mil genes de un bebé recién nacido. La progeria, enfermedad sumamente
rara, lleva a un envejecimiento rápidamente acelerado. En la primera infancia comienzan a aparecer
arrugas, calvicie, pérdida de músculos y endurecimiento de arterias. Hacia los 12 años, el niño
afectado de progeria puede haber sufrido trombosis masivas o será candidato a una derivación
aortocoronaria; la muerte se produce muy temprano, por lo general antes de los 20 años de edad.
La progeria es la entropía drástica, horriblemente acelerada, y eso sucede por la alteración de un
solo gen, una diminuta mota en el patrón de inteligencia del cuerpo. Al romper el equilibrio que cada
célula debe mantener para conservarse viva, se desatan las fuerzas del desorden. La misma lección
se aplica al envejecimiento normal. Mientras el cuerpo pueda renovarse según su plano de orden, se
contrarresta la entropía. Cuando se descompone una vieja célula del estómago o del pie, es
reemplazada; cada vez que se metaboliza una partícula de comida, se excretan los desperdicios y lle-
ga el alimento nuevo.
Llamamos «no-cambio dinámico» a este equilibrio de creación y destrucción. En otras palabras, el
cambio se produce dentro de un marco estable. En lo que concierne a nuestro cuerpo, este estado de